Reflexiones del seminario sobre Ramana Maharshi II

Imaginemos a un Ser inmenso (más inmenso en realidad de lo que somos capaces de imaginar, pero intentemos acercarnos a esa idea).

ESO no tiene nombre, no tiene atributos, porque sólo ES y es Ser y Verdad Puros (Sat), Conciencia de Sí (Cid, autoconsciente) y Pleno y Beatífico, vive bañado en la Felicidad más Absoluta (Ananda).

Ese Ser tan incomparable, tan inobjetivable -no podemos hacer de él un objeto de nuestro pensamiento porque es el único Sujeto que existe-, no ha nacido, ES en una dimensión fuera del tiempo (a-temporal) y del espacio (a-espacial) y también asume cuantas perspectivas pueden darse (a-perspectival).

Pues bien, ESO (Ser-Conciencia-Plenitud) ES, no existe, no se experiencia, no puede manifestarse, porque cualquier manifestación sería poner un límite a su inmensidad e inconceptuabilidad. Y lo más probable es que se sienta solo.

Así que ESO (que es Uno) decide multiplicarse en Muchos para experimentarse. Y se olvida de Quien Es (porque si no el juego no tiene sentido) y todo la aventura de ESO (todo el viaje del Ser) consiste en recordar que ES.

Todo lo anterior ocurre en un plano Absoluto, único, sin Otro, A-dual, No Dual.

En un plano relativo, los Muchos (que somos ese Uno olvidados de Sí Mismos, olvidados de lo Que Somos) atravesamos una serie de etapas en las que vamos identificándonos con diferentes aspectos de nuestra manifestación. Porque la inmensidad de sólo Ser y no ser nada se nos antoja insoportable.

En los primeros estadios, nos identificamos con el cuerpo y más tarde con la mente.

Trascender la identificación con el cuerpo es el primer de los retos, el primer laberinto. Cuando los Muchos nos percatamos de que podemos observar nuestro cuerpo y las sensaciones que en él surgen y que, por tanto, no somos cuerpo ni sensaciones (porque hay un sujeto que observa el objeto cuerpo-sensaciones) hemos llegado al primer aleph (centro del laberinto). Primer reto superado.

Nos establecemos en él y nuestra trayectoria (todo ese viaje de recuerdo) toma una cualidad diferente, se podría decir que más profunda.

Y en ese aleph, en el centro de ese primer laberinto, empieza otro. En éste, los Muchos nos distanciamos de nuestras emociones y de nuestros pensamientos. Es decir, reconocemos que hay un sujeto interno que puede observar nuestras emociones y nuestros pensamientos y suponemos que debe haber algo más allá de éstos, que sea más permanente y verdadero. De modo que tras muchos avatares, los Muchos llegamos al aleph del segundo laberinto y resolvemos el reto.

El siguiente reto es el establecimiento en la Conciencia, es decir, el reconocimiento de que los Muchos (nosotros) estamos más cerca de ser el observador o testigo de lo que ocurre en nuestro cuerpo (y sus sensaciones) y en nuestra mente (emociones-pensamientos); de modo que el cambio inherente a todo lo que acontece en el cuerpo y a la mente progresivamente deja de afectarnos. 
Éste es un arduo viaje porque hemos estructurado nuestro psiquismo de tal forma que prescindir de él, de todas las rígidas identificaciones con el cuerpo-mente que creemos que nos definen y en verdad nos limitan, nos deja al filo de un precipicio, en el borde mismo del Misterio, en el Abismo del Ser, y lo único que podemos hacer entonces es ir y entregarnos. Sin concesiones. Sin alternativa. 
Ahí, el miedo es nuestro mayor obstáculo (por ello las rígidas y controladoras identificaciones que creemos que nos dan seguridad y en verdad son nuestra rémora) y sólo una dosis extra de confianza, de amor, de ternura, de entrega a ESO que ES, a Aquello que de momento presentimos e intuimos y que es más grande y satisfactorio que cualquier cosa que hayamos conocido o esté por conocer, es lo que nos salva y nos facilita la apertura y la entrega.

Se dice que la Conciencia de Ser (sólo de Ser, sin atributos, sin complementos; pues ya hemos concluido que no somos cuerpo ni somos mente: no somos sensaciones, emociones ni pensamientos), esa Conciencia de Ser habita en el Corazón. Y desde el Corazón, los Muchos estamos un poco más cerca del Uno, de ESO que ES.

El Corazón es un espacio, un espacio de amabilidad donde todo surge (lo que le pasa a nuestro cuerpo -las sensaciones-; lo que le pasa a nuestra mente -las emociones y los pensamientos-; lo que acontece aparentemente fuera) y lo que surge está bien, porque es una manifestación de ESO que ES.

El Corazón es un espacio comprehensivo, abarcable, contenedor de lo que se manifiesta; una apertura de confianza, de aceptación y de entrega.

A esas alturas, dicen que estamos bastante desidentificados de lo que consideramos “yo” (el cuerpo y sus sensaciones y la mente con sus emociones y pensamientos) y es desde ese Corazón que podemos abrirnos a la experiencia pletórica y gozosa de la Vida, de ESO que ES.

Y nos instalamos (primero por atisbos; gracias a la práctica se hará permanente) en esa paz natural, sencilla, simple, de siempre...

En eso que dicen que es nuestra verdadera naturaleza.

La experiencia advaita (no dual) es la unión de esos dos planos: el Absoluto -que explicábamos al principio- y el relativo, que es como nosotros experienciamos nuestra vida.

De modo, que para que se dé la simultaneidad de ambos planos, para que experimentemos la experiencia advaita, practicamos la permanencia en la Conciencia, el establecimiento en el Corazón, el mantenimiento en la forma de nuestra verdadera naturaleza. Somos Presencia, Experiencia y nos olvidamos de todo lo demás, del resto de atributos. 
Porque al recordar que somos el SER no necesitamos nada más y todo se convierte en un maravilloso juego donde cada uno asume su responsabilidad de actualizar esa parte de Ser y Verdad Puros (Sat), Conciencia de Sí (Cid, autoconsciente) y Pleno y Beatífico (Ananda) que le corresponde.

En cada uno de nosotros (en cada uno de los Muchos) el Uno se manifiesta de una forma única e intransferible, y esa manifestación es necesaria para el desarrollo y la actualización constante de ESO que ES. Cuantos más Muchos sean conscientes del Uno, más el Uno Es, es Consciente de sí se Regocija en cada uno de los Muchos (en cada uno de nosotros).

Así que desprendámonos de lo superfluo y vayamos a lo esencial, indaguemos y practiquemos para recordar (re-cordis: volver al Corazón) Lo Que Somos. Y cuando lo seamos, veamos que el Corazón no sólo está en el interior, sino que todo lo que parece que está ahí fuera (en forma de objetos diferentes de “yo”) es el reflejo de lo de dentro y es un Sólo y Único Corazón, Libre, Profundo de Amor y Ahíto de Ser.

1 comentario:

deportefresnedillas dijo...

Gracias por estas dos preciosas reflexiones, que curioso observar el corazón cuando se leen estas preciosas verdades. Ya se echaban de menos entradas en el blog. Estamos en contacto para proyecto en Fresnedillas, Gabriel