Conciencia-Corazón

Cuando la Vida (Dios) se manifiesta y abandona su imperturbable Existencia, Conciencia y Gozo para encarnarse (porque si no no tendría experiencias), hace una involución de la que después vamos tomando Conciencia en nuestro Renacimiento y Despertar.

Lo más bajo vibracionalmente y poco consciente en lo que se manifiesta es la Materia, la Materia -después de miles de años de evolución- se transforma en Cuerpo. El Cuerpo -después de otros miles de años- en Mente. La Mente, en Conciencia (Corazón). Y la Conciencia (Corazón) en la Realidad.

Se dice pues que hay un camino descendente (el Espíritu se materializa: Dios se convierte en Realidad, la Realidad en Conciencia-Corazón, la Conciencia-Corazón en Mente, la Mente en Cuerpo y el Cuerpo en Materia) y un camino ascendente (la Materia se espiritualiza -nuestro trabajo-: trascender la Materia e integrar el Cuerpo, trascender el Cuerpo e integrar la Mente, trascender la Mente e integrar la Conciencia-Corazón y trascender la Conciencia-Corazón e integrar la Realidad).

De modo que llega un día que percibimos que Todo Es Lo Mismo y sentimos Todo al mismo tiempo: y somos Materia, Cuerpo, Mente, Conciencia-Corazón y Realidad.

Desaparece la dualidad y nos instalamos en una Unidad que siempre estuvo pero hasta entonces no percibimos.

Y no hay camino descendente ni ascendente, porque no hay camino.

Y no hay Materia y Espíritu porque ambos son Lo Mismo: Sólo Uno, Ahora y Para Siempre.

Al principio, son experiencias puntuales. Con práctica y disciplina, constante observación de un@ y de la sabiduría y con entrega y abandono, esos estados pueden ir convirtiéndose en estadios y conformar nuestra Vida durante todo el tiempo que dure nuestra encarnación.

Mientras tanto, mientras esas ráfagas se convierten en un modus vivendi, nuestro trabajo ahora es acabar de trascender la Mente (y sus interminables trampas: en el imaginario oriental, la Mente son los sentidos, la conciencia de saber que soy, el discurrir intelectual y la inteligencia profunda, tod@s ell@s son trampas si nos quedamos atrapad@s en alguno y nos identificamos con eso en lugar de con el Ser que Somos).

Aún más allá de la Mente, está la Conciencia.

La Conciencia es un espacio, porque es la Presencia. La Presencia Es. Y nada más.

No tiene atributos: sólo es Vacuidad -interrupción de la actividad de la Mente, de los sentidos, la conciencia de saber que soy, el discurrir intelectual y la inteligencia profunda-.

La Conciencia es sólo Vacuidad que de pronto se llena con aquello que hay delante.

Y comprendemos -ajá...- que la Realidad es nuestra Conciencia-Corazón aparentemente ahí fuera.

Nosotr@s no nos acabamos en los límites de nuestro Cuerpo.

Ni nuestra Mente está sólo confinada al cerebro.

Todo son espacios, no visibles a los ojos del Cuerpo, pero visibles con el ojo de la Mente y el ojo del Espíritu.

La Conciencia habita en nuestro Corazón (no físico, sino enérgetico).

En Yoga situamos hridaya akasha (el espacio del Corazón-Conciencia) por debajo del apéndice final del esternón, hacia dentro del cuerpo, no es un espacio físico, sino un espacio que sentimos cuando nos entregamos a la respiración, el lugar donde nace nuestra inhalación y donde va a morir nuestra exhalación.

Un espacio que, si nos dedicamos tiempo y observación y desde la relajación, vemos que se abre, se abre, se abre... es inmenso... nuestro espacio del Corazón-Conciencia es el espacio inabarcable donde todo se contiene, donde podemos colocar lo que queramos, hacia donde podemos guiar y acompañar a nuestros miedos, vergüenzas, iras y culpas; donde podemos aceptarlas y amarlas... desde ese espacio más allá de juicios, podemos abrazarlo sabiendo que eso también somos nosotr@s, y aceptar, y amar...

Dios se manifiesta en todo eso también, nadie dijo que eso no era loable, si eso está en nostr@s nos está enseñando algo y abrazarlo, aceptarlo y honrarlo nos hace más íntegr@s y complet@s.

Desde ese Corazón-Conciencia, abrazamos la Realidad: fluimos con ella, danzamos, jugamos el juego de la Vida, sabiéndonos al tiempo parte y todo, amando y actuando en ese espacio de la Realidad como la Verdad Última.

La Realidad es nuestro Corazón-Conciencia: todo aquello que nuestro Corazón-Conciencia pide se manifiesta en la Realidad, por eso cocreamos, por eso las personas que nos rodean son espejos de nosotr@s ahí fuera, por eso estos dos estadios sólo son visibles y habitables cuando hemos abolido la dualidad de la Mente, porque la hemos trascendido y ya no nos la creemos, porque sabemos que el Corazón-Conciencia es Uno, en diferentes pechos y que la Realidad es Una, desde diferentes ópticas...

El día que tod@s podamos vivir en el Corazón-Conciencia... la Realidad será lo que Es, el Paraíso, y nosotr@s sabremos verlos.

Cuando no juzguemos y aceptemos, cuando seamos tan Conscientes y Compasivos que no deseemos, sino que aceptemos la Voluntad de Dios a través nuestr@, cuando con el Corazón-Conciencia henchido de Amor y Agradecimiento y Gozo y Dicha y Profundo Respeto por la Vida y por Dios sea nuestra vivencia cotidiana y profunda, y simultáneamente vivamos lo ordinario y lo extraordinario y lo reconozcamos como igual... ese día... ese día... ya no habrá sufrimiento, porque ya no habrá dualidad y todo sufrimiento nace de la sensación de separatividad que nos aleja de nuestra Fuente. Ese día descubriremos que Somos Dios y que Todo es Benefactor.

Por ese día, por esa Realidad, por ese Corazón-Conciencia... sigamos siempre adelante, unid@s, herman@s, intuyendo aquello que sabe el Ser Profundo que Somos: Todo es Uno y Nosotr@s somos Dios reconociéndonos en los ojos de los demás.

Os amo, tiempo y amor... para tod@s. Siempre

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