Purificación

A veces las personas tienen curiosas maneras de exorcizar sus demonios y culparte de asuntos cuya responsabilidad no te pertenece.

Hay quienes despiertan tras años de insomne sueño y caen sobre ti, desprevenidos, infames, letales.

A veces las personas atraviesan procesos a partir de los cuales mueren a la antigua y enquistada forma de ser, que les hiere y emponzoña el alma, y nacen a la nueva vida, al nuevo y real ser que son.

Entretanto, sin embargo, te acusan, te vilipendian, te desprecian, te hacen daño.

Te culpabilizan de sus errores, de sus fracasos, de su equivocado modo de vida.
Te responsabilizan de sus equívocos, de la cojera de sus pies, de la impericia de sus manos, de la ignorancia de su sabiduría.

Te sitúan entre la espada y la pared, te hacen elegir entre quienes amas, rebuscan en el ignoto baúl de los recuerdos las nostalgias oxidadas, los rencores caducos, las ocultas maldiciones.

Y rascan tu herida, escarban sus uñas en ella, se abaten sobre ti, huyendo de su propio dolor, con la esperanza de destruirte, aún cuando en el fondo no lo desean -porque te aman- para llevarse por delante sus frutos si la muerte les convoca.

Sin embargo, tu amor sabe que es el lenguaje del amor que se han visto obligadas a aprender, los verbos que han tenido que conjugar, la informe forma de amar que han representado del posible caleidoscopio de luz que es el cariño.

Así que les perdonas, no se lo tienes en cuenta, olvidas las hirientes palabras, los desabridos gestos, los aparentes descuidos, los desprecios, los victimismos... y envías luz y amor y paz y gloria para alimentar ese alma herida, ese alma temerosa de su propia luz, de su propia sombra, ese ser sangrante y anhelante de amor que, a través de su desprecio, lo reclama.

Olvidas tu propio dolor, te recompones y abarcas en ese lúcido instante de luminosidad todos los kilómetros que te separan para enviar un abrazo que reconforta, que guía, que protege y que siempre, siempre, acompaña a quien te hiere, porque te ama.

Besos, mama!

1 comentario:

Luciano Gil dijo...

A veces, tras la aparente agresión, hay un grito de socorro, otras veces una ayuda para quien cree ser agredido, y que a través de esa situación podrá testimoniar una respuesta sanadora que cerrará finalmente un círculo, sanará una herida, diluirá la apariencia de la separación...

Ser como el agua... ¡qué bendición!

Un beso fuerte, amiga mía, muy fuerte...