La conciencia cósmica

Entonces él me golpeó el pecho ligeramente, un poco por encima del corazón.
Mi cuerpo se inmovilizó completamente, como si hubiese echado raíces; el aliento salió de mis pulmones como si un pesado imán lo atrajese. El alma y el cuerpo cortaron inmediatamente sus ligaduras físicas y fluyeron en mi cuerpo cual torrente de luz que emergía por cada uno de mis poros. Mi carne estaba como muerta y, si embargo, en mi intensa lucidez me di cuenta de que nunca antes había estado tan vivo como en ese instante. Mi sentido de identidad no estaba ya confinado únicamente a un cuerpo, sino que abarcaba todos los átomos circundantes. Las gentes de las distantes calles parecía moverse sobre mi propia y distante periferia. Las raíces de las plantas y de los árboles surgían bajo una tenue transparencia del cielo y podía darme cuenta de la circulación interior de su savia.
Toda la vecindad parecía desnuda ante mí. Mi visión se había transformado en una vasta y esférica mirada, omniperceptiva.
[...] Todos los objetos dentro del campo de mi visión temblaban y vibraban como si fueran películas de cine. Mi cuerpo, el de mi Maestro, el patio con sus pilares, los muebles, el suelo, los árboles, la luz del sol, se disolvían en un mar de luz, así como los cristales de azúcar en un vaso de agua se diluyen al ser agitados. Esta unificadora luz se alternaba ante mi vísión interna con materializaciones de forma; metamorfosis que revelaban la operación de la ley de causa-efecto en la creación.
Un mar de gozo irrumpió en las riberas sin fin de mi alma. Entonces comprendí que el espíritu de Dios es inagotable Felicidad. Su cuerpo es un tejido de luz sin fin. Un sentimiento de gloria creciente brotaba de mí y empezaba a envolver pueblos y continentes, la Tierra toda, sistemas solares y estelares, las nebulosas tenues y los flotantes universos. Todo el cosmos, saturado de luz, como una ciudad vista a lo lejos en la noche, fulgía en la infinitud de mi ser.

Paramahansa Yogananda

Paramahansa Yogananda (1893-1952), fundador del
Self Realization Fellowship, fue uno de los primeros adeptos del yoga que enseñó en Occidente.

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