Ani Choying Drolma: el poder del canto y los mantras

Anoche gocé del maravillosa oportunidad de escuchar a Ani Choying Drolma en el marco incomparable de la iglesia de Sant Felip Neri.
Sant Felip Neri es una preciosa iglesia ubicada en una hermosa plaza.
La iglesia, de decoración barroca, estaba abarrotada de gente, deseosa de dejarse transportar por la melodiosa voz de Choying.
Choying interpretó mantras tibetanos, en pali y sánscrito, algunos conocidos como el de Tara (om tare tutare ture so ha), el gate gate paragate paramsagate bodhi sahva, el de Ganesha (que desea suerte y proporciona vitalidad) y otros.
Choying sólo utiliza su voz, dotada de inumerables registros y armónicos, y en algunos mantras se acompaña del damaru, un pequeño tambor de mano y campanas tibetanas. Choying salpicaba los intermedios entre mantras con hermosas reflexiones sobre la vida, el ego, el apego, la aversión, la educación... desgranó sus experiencias en Tíbet y Nepal con Arya Tara, la escuela de monjas fundada por ella, para asegurar una educación a las jóvenes y, en relación a la situación de su sociedad que no permite la educación a mujeres -de ahí lo de su escuela- dejó joyas como "educar a un hombre es educar a una persona, educar a una mujer es educar una familia" y "la madre es el arquetipo de la compasión: mi maestro respondía a la pregunta de por qué hay pocas reencarnaciones femeninas diciendo que, en realidad, hay incontables espíritus reencarnados en mujeres".
Choying es sensibilidad, intuición, humildad en su estado más puro, gratitud por la existencia, una maravilla de ser humano.
El concierto finalizó con Om mani padme hum (el mantra de la compasión) cantado por toda la iglesia en un verdadero momento de paz, amor y compasión compartido por todos. Una delicia.

Y, bueno, os adjunto un texto que escribí sobre el poder del canto. Un beso y hasta pronto!

"El origen del universo es una gran vibración que se desplaza a través de ondas. Las ondas son formas de energía. Tienen frecuencia (el número de veces que se repiten en el tiempo) y longitud (la distancia entre dos crestas consecutivas). La frecuencia es inversamente proporcional a la longitud de onda. A mayor frecuencia, menor longitud. Y a menor frecuencia, mayor amplitud. Es decir, cuanto más estrecha es una onda más alta es su frecuencia y cuanto más amplia es menos alta.
Así, la parte más burda y densa, que es la materia, son ondas cuya longitud es muy corta y su frecuencia muy alta. De este modo, la longitud acaba por desaparecer y la onda se colapsa y materializa, concretándose en partícula y formando objetos tangibles.
Las partes más sutiles, como el pensamiento o la voz, son ondas cuya longitud es progresivamente larga y su frecuencia cada vez más baja, no tienen posibilidad de materializarse en un objeto concreto sino abstracto, en un objeto no visible pero no por ello menos real que el que se ve.
Partiendo de esta premisa, el interior de nuestro cuerpo está formado de ondas que vibran a frecuencias y con longitudes diferentes en función de los instantes que vivenciamos, las emociones que sentimos, la atención y concentración que dirigimos a nuestros quehaceres y los variados estados de conciencia que exploramos. El sonido, como energía, tiene la posibilidad de modificar esas ondas que vibran en nuestro cuerpo.
Cuando cantamos o escuchamos una voz como la de Choying modificamos las ondas de nuestro cuerpo que mimetizan la de aquellos sonidos que emitimos o escuchamos.
La repetición del mantra, por tanto, concentra nuestra atención, provocando que el resto de estímulos desaparezcan, y actúa como bálsamo de nuestros conflictos y basura mentales, facilitando la entrada en estados sutiles de conciencia desde donde podemos sanarnos y alcanzar vivencias extáticas.
El canto (la música en general) es una forma de expresión, una manera de captar y generar la energía del mundo. Cantar (abrir la voz) nos permite liberar los sentimientos oprimidos, las palabras no dichas, los conflictos no resueltos y transformados en bloqueos que, en última instancia nos provocan malestar físico.
El canto también se utiliza desde el origen de los tiempos para alabar a Dios, a la fuerza primigenia, al Om, a la primera pulsación del universo, inscrita en cada una de nuestras células, pues de allí provenimos. El canto, con los brazos en alto, hacia el cielo, para pedir de la lluvia; en posición de rezo (atmanjali mudra), a la altura del corazón, para honrar la memoria y la existencia del Gran Ser, cuya chispa también somos.

El canto abre el corazón, el alma, la vida… a la inmensidad del universo mágico.
Y Choying con su voz te transporta y facilita esa apertura.
En defnitiva, utilizamos el canto en una triple vertiente:

  • Trabajamos la expresión y aspectos más sutiles de nuestro ser: captación de la expresión del universo -intuición, sueños, señales…- y capacidad de eclosionar y explorar nuestra propia autoexpresión -la creatividad-: el habla está íntimamente relacionada con la creación (es tras el pensamiento y antes de la obra el segundo estadio de la creación).
  • Sanamos nuestras irregularidades y bloqueos energéticos modificando deliberadamente la frecuencia y longitud de la energía vibratoria de nuestro ser. Los sonidos graves repercuten en nuestros centros más bajos y los agudos en los más altos.
  • Y es una celebración de nuestra existencia, una entrega a Aquello más grande que nosotros, un acto de fe."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los mantras son capaz de trasportarnos hasta donde nuestras almas pierden el pasar del tiempo. Hace muchos años un amigo me enseño uno, desgraciadamente no me aucerdo, así es mi memoria, era algo así como "todo lo que hay en este mundo es amor y es bonito solo por estar en el", lo que recuerdo es que lo repetia cada vez que el silencio, la soledad y el ruido de esta maldita ciudad me agobiaban y me hacian caer, y era una liberación, un sueño, unas palabras capaces de hacerme olvidar el miedo.

Un saludo