Yoga y conciencia

Resulta muy osado creer que el último escalón evolutivo es el ser humano tal y como ahora se conoce. En el eterno devenir que es la evolución del Universo, el ser humano no es más que un minúsculo holón (totalidad/parte al mismo tiempo) que se halla dentro de una corriente expansiva. Así, como especie, una vez que trascendimos el cuerpo, nos instalamos en la mente. Nos ha servido para muchísimas cosas (desde nuestra morfología bípeda hasta la sociedad de la información) pero hoy en día es necesario dar un salto evolutivo de mayor calidad y cualidad. El objetivo actual es albergar la conciencia. La conciencia es aquello más allá de nuestra mente. Aquello que no reside en el continuo espacio-temporal con que nos relacionamos. Es aquello que somos. Aquello que es el espectador, el Testigo, tanto del mundo material como del mundo mental. Todos sabemos de qué estamos hablando: aquello que no podemos dejar de ser porque es nosotros mismos. Para ello, para superar la etapa evolutiva de la mente, hemos de desidentificarnos de los procesos mentales que se producen en nuestro cerebro. Dejar de creer que esa voz (o voces) que dialogan dentro de nuestras cabezas somos nosotros. Eso no somos nosotros. Eso es el ego. El ego es una herramienta, no nuestro Ser. El ego es un instrumento, no el Hacedor. El ego ha de estar a nuestro servicio, no nosotros al de él. El ego siente la dualidad. La dualidad es el origen del sufrimiento. El sentimiento de separatividad es aquello que causa dolor, dolor de dentro, dolor de verdad. La conciencia trasciende el sufrimiento, se sabe hermana de todo porque sólo es una. Considerando que todo cuanto existe son ondas de energía que vibran a una determinada frecuencia y con una determinada longitud y que esta energía, desde la más burda a la más sutil, es lo que nos forma; actualmente aún anida dentro de nuestros cuerpos mucha energía densa que necesita ser acelerada y sutilizada para contener la energía de conciencia que necesita el ser humano en los tiempos de hoy. Uno de los aspectos del yoga es ser un método para ello. Con asana (posiciones corporales) y pranayama (control de la respiración), trabajamos, purificamos y trascendemos nuestro cuerpo y dejamos de identificarnos con él (sus emociones, dolores, sufrimientos... reconocemos -volvemos a conocer, porque siempre lo hemos sabido- que somos algo más que las experiencias corporales y sensitivas que nos ocurren).
La interiorización -pratyahara-, la concentración -dharana- y la desaparición de la dualidad objeto/sujeto -dyana- de la meditación decontraen la mente acercándonos a la vivencia del alma. Así, nos percatamos de que no somos ego, de que lo que hemos llamado nuestro yo es un pensamiento más con el cual nos hemos identificado tanto que hemos creído ser él. En este punto, conocemos la verdadera naturaleza de la realidad. Se produce el derrumbamiento de las aparentemente sólidas barreras y bases de nuestra existencia y la primera apertura al Abismo del Ser. El inicio del desvelar de las máscaras-velos que cubren nuestra percepción. La certeza de que nada es tan sólidamente real como habíamos creído: el reconocimiento de la impermanencia del mundo material e incluso el entendimiento de cómo se forma esa materia, conocimiento que nos permite la creación de otra nueva. Es ver, ver de verdad. El instrumento utilizado para ello y el trabajo de sus fases graduales, la meditación (activa o pasiva, con soporte o sin; la atención consciente, en definitiva, en todos y cada uno de nuestros actos), nos transportan a estados sutiles de conciencia que nos permiten vivenciar las experiencias de transparencia, sincronicidad, el Gran Plan del que somos creadores y partes. Samadhi nos trasciende el alma (la Gran Muerte) para que seamos el Espíritu. Es la última y mayor sutileza de la mente abstracta -la primera y menor también-, el viaje a través del tiempo y el espacio, la vacuidad (donde la Nada contiene al Todo y el Todo no es Nada), el Reconocimiento del Ser (Eso Soy Yo, purusha). Es la entrega, la confianza, el Tao, el Amor a Todo y a Todos, la Gloria Infinita de la Vida, el Éxtasis de la Existencia y de la No Existencia, el llanto, la devoción. Parafraseando a Juan Ramón Jiménez: “¡La trascendencia, Dios, la Trascendencia! El Uno Todo, Sólito e Infinito.” El hogar de los místicos y aún más allá de él: la Nada, la masa informe de la terrible belleza de la no existencia. Donde nada importa, donde nada es porque todo es lo mismo. Donde nada soy y nada me pertenece. El Yo soy Dios y Tú eres Dios y Todos somos Dios. Yoga es Dios y es Amor, y es Luz y es Fuente y es Vida y es Madre y es Dolor hasta que llegas y es Sanación y son lágrimas de dicha por el dolor sentido, por vivir, por morir y por Ser. Yoga es avanzar por el camino de la Luz hacia el verdadero hogar de nuestras almas, al Gran Alma, aquí y ahora, en el eterno y único presente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece mentira, pero no sabes cuanto pueden animar a recorrer ese camino hacia el Ser, estas simples, pero bellas palabras.

Gracias.

aranzazu dijo...

Muchas gracias, Miguel Ángel, y que el camino siempre nos ilumine.