Poemas de mi adolescencia

Hoy compartiré una serie de poemas sobre mi adolescencia (época turbulenta de mi vida donde las haya aunque muy hermosa, por otro lado). Es curioso pero, cuando escribo poesía, los versos me salen del tirón, soy dominada por una especia de inspiración y ecribo y escribo y escribo y ni siquiera corrijo: me gustan su espontaneidad y frescura. Algunos son fuertes, pero es como me sentía a veces durante esos años. Espero que os agraden. Besos y buen finde. Pd. Este finde tengo seminario de yoga: os hablaré de ello el lunes. La foto es de Cerdeña del verano 2004. Kizz

ADOLESCENCIA

A mi hermana, mi yo adolescente, diosa iluminada, diosa vejada, mas diosa al fin y al cabo. Linda niña, madre amantísima y sabia anciana. A mi alma. Para sanarla. A mí. Para sanarme.

I
Yo no quería que las aves anidaran en tu espalda.

Quise evitar los degüellos de las sombras avanzando tras tu huella.
Pero venían, venían sin descanso.

Una tras otra, una tras otra.
Y se lanzaban contra ti, masacraban tu figura.

Yo no quise que la luz que iluminaba tu cintura
se perdiera para siempre en el olvido.

No quise que la dulce brisa de tu cuerpo
se anegara bajo aguas borrascosas.

Pero yo no decidía.
Algo o alguien superior a mí
conocía la jugada de antemano.
Y obedecí.
A mi pesar.
Y aún te lloro.

Sin saberlo.

II

Llegaron en bandada.
Chillaban. Chirriaban.
Estridentes. Insoportables.
Batían sus alas frenéticamente.
Tapando la luz, anegando la vida de sombras.
Como aviones, se lanzaban en picado.
Y antes de llegar ni siquiera a rozarnos,
alzaban de nuevo el vuelo
mientras giraban sus cabezas para mirarnos.
Y reírse:
terriblemente irónicos,
amargamente histriónicos.
Malditos.
Malditos sean un millón de veces.
Llegaron.
Llegaron en bandada.
Por todos lados.
No tuvimos fuerzas ni brazos suficientes
para apartarlos.
Y cayeron sobre nosotros.
A cientos. A miles.
El sonido era estremecedor.
El hedor, insoportable.
Picoteaban nuestras pieles,
Desgajaban las entrañas.
Nos descuartizaron.
Pero cuando la última de nuestras vísceras
colgaba triunfante de sus picos,
una ola interminable de energía
envolvió nuestro universo,
resucitándonos de la muerte diaria del amor
para que viviéramos una nueva vida.

III

Vivíamos en el fuego, triunfantes,
con la energía desparramada por doquier,
propia de la juventud primera.
Vivíamos bajo el agua, taciturnas,
impregnando cada caricia
de sinsentido orgiástico.
Vivíamos en la tierra, plantadas,
herederas de lo de siempre,
defensoras de lo auténtico.
Vivíamos en el metal, afiladas,
cortantes, líquidas y sólidas a la vez,
manifestando la agudeza de nuestro ingenio.
Vivíamos en la madera, precisas,
tenaces y perseverantes,
fiel imagen del árbol que mira su Destino.
Vivíamos elementales:
reíamos con la fuerza de los dioses
y gozábamos con la magia del amor.
Éramos grandes y no lo sabíamos.
Éramos diosas y nos herimos jugando a ser mortales.
Pero ahora re-conocemos nuestra condición.
Y volvemos a volar…
Y volvemos a elevarnos…
Con el
misterio de sabernos una:
la que nunca se desdobla.

IV

El perdón llegó por sí solo.
No lo llamé ni dio señales de su llegada.
Se colocó enfrente.
Miró mi costado derecho,
herido, verdoso,
supurante de bilis. Vesicular.
Y aproximó sus labios a mi vientre:
aspiró mi dolor enquistado,
sorbió el líquido manante,
lamió la herida y la cicatrizó.
Entonces la ira se transformó en poder,
la rabia se convirtió en creación
y nunca más hubo marcha atrás.
Ya no la hay.
Ahora sólo Dios@.
Ahora sólo Yo.
Bienaventurado quien se escucha,
quien se descubre y quien se re-conoce,
pues ése se ama y se sana.

V

Llegados a este punto, la conciencia danza sola.
Nada ni nadie la detiene.
Vuela, se retuerce, asciende y desciende.
No se queda quieta ni se mueve:
se transforma constantemente.
ES. Sólo ES.
Y eso ES lo único que importa.

VI

Los pasos en falso están en el camino. La virtud consiste en esquivarlos. No concededles demasiada importancia ni pensar que son inofensivos. Salir, huir de mí: eso quería de joven. No verme más ni tener que soportarme cada día. Miraba mi rostro y me odiaba. ¡Dios mío, soy tan linda! ¿Cómo era capaz de odiarme? ¡Cuánto daño inflingido a mi propia persona! ¡Qué capacidad de destrucción dirigida a mí para no dañar al resto! Siempre me supe cruel… Y no lo soy. Sólo a veces no sé dirigir mi energía, canalizarla. Y menos aún sabía de joven. Todo cambió al empezar a escucharme. Descubrí mi voz interior, mi verdadero yo, y ella me ayuda a conocerme y quererme. A honrarme y amarme. A respetarme. Soy heredera de todas las tradiciones. Soy la Luz y el Amor, la Vida y la Energía. Soy Dios@. Todos lo Somos. Soy hermosa, me digo. Muy hermosa. Y soy buena. Muy buena. Me amo y amo al prójimo. Pero sólo al amarme aprendí a amar al otro. El amor es el máximo respeto. El amor a alguien es participar en la consecución de la máxima expresión de su ser. Mis prácticas me ayudan. Mis prácticas me enseñan. Mis prácticas me dicen qué es natural y qué no, qué es mi designio y qué mi ofuscación. En la espiral del dolor con que me flagelaba para no evolucionar, también me abatían las cuestiones: ¿cuántos cayeron en mi lucha?, ¿cuántas víctimas abandoné en el camino?, ¿cuántos murieron en la batalla sin ser yo consciente? Ahora reconozco que son pasos en falso, testimonios de las pruebas-errores que conforman mi persona. Hoy sé quién soy y olvido los pasos en falso (como un niño olvida cuando se cae al aprender a caminar). Dejo la moral cristiana aparcada fuera de mi mente para no tener que estar perdonándome continuamente. Me equivoqué. Sí, ¿qué pasa? Es porque me equivoco que estoy en el camino de la perfección. Es por lo que pruebo, que sé lo quiero y descarto lo superfluo. Sólo quien se arriesga y, por tanto yerra, acaba encontrando su Camino. Y una vez en él, ya nada te aparta.

VII

Ágape…
Destrózame el corazón de tal forma
que haya lugar para albergar
el Amor Infinito.
Ábremelo, desgárralo,
déjalo aparentemente inerte
para que el Abismo sea tan grande
que, colmado de Amor, muera en Éxtasis.
Ágape…
Déjame sentirte sin necesidad de morir.
Sólo mata lo imperfecto en mí.
Gloria eterna a la sensación
de estar unida al Uno Todo,
al Todo Uno.

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