El laberinto de la mente


Atraviesas el umbral. Te inmersas en el laberinto. Empiezas a recorrerlo. Das vueltas. Te pierdes. Te encuentras. Y caminas.
Caes y te levantas. Continúas la senda. Decides. Optas. Eliges. Yerras. Aciertas. Vuelves al punto de partida. Sigues adelante.
Y de repente, un día... llegas al centro y entiendes que el aleph no es más que el umbral de un nuevo laberinto.

Y penetras en él. Te inmersas en el laberinto. Empiezas a recorrerlo. Das vueltas. Te pierdes. Te encuentras. Y caminas.

Caes y te levantas. Continúas la senda. Decides. Optas. Eliges. Yerras. Aciertas. Vuelves al punto de partida. Sigues adelante.
Y de repente, un día... llegas al centro y entiendes que el aleph no es más que el umbral de otro nuevo laberinto.

Y penetras en él... y te inmersas en el laberinto... y ...

Y de repente, un día... el laberinto desaparece.
No hay límites, no hay paredes, ni recodos, ni caminos, ni señales, ni señuelos, ni destinos, ni recuerdos, ni promesas, ni ideales, ni expectativas, ni confusión, ni multiplicidad de laberintos.

Sólo hay una absoluta nada. Sólo un total todo.
Sólo este momento. Este lugar.
Y nada más...

2 comentarios:

franrosmarino dijo...

Gracias. Simple,esclarecedo;directo al alma.

Cecilia Ribenc dijo...

Gracias por publicar la imagen! Saludos!