Fragmentos de La vida divina. Sri Aurobindo


La preocupación más temprana del ser humano cuando despierta su pensamiento y, según parece, su preocupación última e inevitable -pues sobrevive a los más largos períodos de escepticismo y retorna después de cada destierro- es también lo más elevado que puede vislumbrar su pensamiento. Se manifiesta en el presentimiento del Divino, en el impulso hacia la perfección, en la búsqueda de la Verdad pura, en el Gozo sin mezcla y en el sentido de una secreta inmortalidad.

Dios, Luz, Libertad, Inmortalidad. Estos ideales persistentes de la especie son al mismo tiempo la contradicción de su experiencia normal y la afirmación de experiencias más elevadas y profundas que son sólo alcanzables, en su totalidad organizada, mediante un esfuerzo individual revolucionario o una progresión evolutivo general.

Todos los problemas de la existencia son esencialmente problemas de armonía. Tienen su origen en la percepción de una discordancia irresuelta y el instinto de una unidad o aveniencia aún no descubiertas.

El impulso ascendente que lleva al ser humano hacia e entendimiento entre contrarios cada vez más elevados no sólo es algo racional en sí mismo, sino que es la única culminación lógica de una regla y un esfuerzo que parecen ser un método fundamental de la Naturaleza y el sentido mismo de su empeño universal.

La Vida ya está involucionada en la Materia y la Mente en la Vida, porque la Materia es en esencia, aunque velada, una forma de Vida, y la Vida es igualmente una forma velada de Consciencia.

Se dice que el animal es un laboratorio viviente en el que la Naturaleza ha moldeado al ser humano. Pero el hombre bien pudiera ser el laboratorio de vida y pensamiento en el que, con su cooperación consciente, la Naturaleza quiere elaborar al superhombre, a la deidad. ¿O no debemos decir, más bien, manifestar a Dios? Pues si la evolución es la progresiva manifestación de la Naturaleza de aquello que estaba dormido u operaba en ella -involucionado-, también es la manifestación de lo que ella es de manera oculta.

Si fuera verdad que el Espíritu se halla involucionado en la Materia y la Naturaleza aparente es el Dios oculto, entonces la meta más excelsa y legítima que el ser humano tiene en la tierra es manifestar la divinidad que hay en él, así como realizar a Dios dentro y fuera de sí mismo.

El universo físico es descrito como el cuerpo externo del Ser Divino.

La mente humana debe buscar siempre una afirmación completa y sólo la puede encontrar mediante una reconciliación luminosa. Debe atravesar los grados que nuestra consciencia interior nos impone para alcanzar esta reconciliación y -sea mediante un método de análisis objetivo aplicado tanto a la Vida como a la Mente y la Materia, sea mediante síntesis e iluminación subjetivas- llegar al reposo de la unidad última, sin negar por ello la energía de la multiplicidad manifiesta.

Sólo entonces nuestro pensamiento, habiendo alcanzado un centro verdadero y dejando de dar vueltas en círculos, funciona como el Brahman del Upanishad, fijo y estable incluso en su juego y travesía por el ancho mundo, y nuestra vida, conociendo su objetivo, le sirve con gozo sereno, ligero y tranquilo, y también con una rítmica energía discursiva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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