Presenciar, el espíritu de la meditación. Osho



Meditación es aventura, la aventura más grande que pueda emprender la mente humana. Meditación es ser, simplemente, sin hacer nada -sin acción, sin pensamiento, sin emoción. Simplemente, eres y es un deleite puro. ¿De dónde viene este deleite cuando no estás haciendo nada?
No viene de ninguna parte, o viene de todas partes. Es sin causa, porque la existencia esta hecha de una sustancia llamada deleite.
Cuando no estás haciendo nada en absoluto -corporalmente, mentalmente, ni a ningún nivel, cuando paró toda actividad y solamente eres eso es meditación. No puedes hacerlo, no puedes practicarlo, solamente tienes que entenderlo.

Siempre que puedas encontrar un tiempo para ser, simplemente, deja el hacer. Pensar también es hacer, concentrarse también es hacer, contemplar también es hacer. Incluso si por un momento dejas de hacer y solamente te quedas en tu centro, totalmente relajado, eso es meditación. Y una vez que le hayas encontrado el truco, puedes quedarte en ese estado todo el tiempo que quieras; al final, vas a poder quedarte en ese estado las 24 horas.
Una vez que te des cuenta la forma en que tu ser puede quedarse imperturbable, entonces de a poco, puedes empezar a hacer cosas, manteniéndote alerta de que tu ser no se agite. Ésa es la segunda parte de la meditación; primero, aprender a ser, y después aprender con pequeñas actividades; limpiando el piso, dándote una ducha, pero manteniéndote centrado. Después, puedes hacer cosas más complicadas.
Por ejemplo, ahora te estoy hablando, pero mi meditación no se perturba. Puedo seguir hablando, pero en mi centro no corre siquiera una brisa; hay silencio nada más… Silencio absoluto.
Entonces la meditación no está en contra de la acción. No es que te tengas que escapar de la vida. Solamente te enseña una nueva forma de vida: Te vuelves el centro del ciclón.
Tu vida sigue, sigue realmente con mayor intensidad, con más alegría, con más claridad, con más visión, con más creatividad -sin embargo, estás más distanciado,  eres  solamente un vigía en la cima, observando todo lo que pasa a tu alrededor; no eres el que hace, eres el que observa.
Ése es todo el secreto de la meditación, que te conviertes en el observador.
El hacer sigue en su propio nivel, no hay problema: Cortando leña o sacando agua del pozo. Puedes hacer cosas pequeñas o grandes; lo único que no se permite es que pierdas tu centro.
Esa conciencia, esa observación, se tiene que mantener absolutamente clara, sin nubes, sin perturbación.
En el judaísmo hay una escuela rebelde de misterio que se llama Hassidismo. Su fundador, Baal Shem, era un ser extraño. A media noche volvía del río. Ésa era su rutina, porque en el río, de noche, había una calma y quietud absolutas. Se solía sentar ahí, sin hacer nada -solamente observando su propio ser; observando al observador. Esa noche, cuando volvía, pasó por la casa de un hombre rico y el vigilante estaba de pie frente a la puerta. El vigilante estaba intrigado porque  cada noche, exactamente a la misma hora, volvía este hombre. Salió y le dijo:
-“Perdone la interrupción, pero ya no puedo contener mi curiosidad. Me persigue la intriga noche y día. ¿A qué se dedica?, ¿Para qué va al río? Lo seguí muchas veces y no hay nada; lo único que hace es sentarse ahí horas y horas, y después vuelve a media noche.”
Baal Shem le contestó:
-“Ya sé que me seguiste varias veces, porque la noche es tan silenciosa, que pude oír tus pasos. Y sé que todos los días te escondes atrás del portón. Pero no solo tú sientes curiosidad por mí, yo también siento curiosidad por ti. ¿A qué te dedicas?” 

El guardián le contesto:
-“¿A qué me dedico? Soy un simple vigilante”
Entonces Baal Shem le dijo:
-“¡Dios mío, me diste la palabra clave!, ¡Mi ocupación es ésa también!”
El guardián dijo:
-“Pero, no entiendo; si es un vigilante tendría que estar vigilando alguna casa, algún palacio. ¿Que está vigilando sentado ahí en la arena?”
Baal Shem le contestó:
-“Hay una pequeña diferencia: tú vigilas que nadie de afuera entre al palacio; yo simplemente vigilo a este vigilante. ¿Quién es este vigilante? Ése es el esfuerzo de toda mi vida; me vigilo a mí mismo.”

El guardián le dijo:
-“Pero ese es un trabajo muy raro. ¿Quién le va a pagar?”
Y él respondió:
- “¡La felicidad es tanta, el goce es tan grande, es una bendición tan inmensa que es una recompensa en sí misma! Un solo momento y todas las riquezas del mundo no son nada en comparación.”
El vigilante dijo:
-“Eso es  muy raro… yo me pasé la vida vigilando y jamás me topé con una experiencia tan hermosa. Mañana a la noche lo voy a acompañar; quiero que me enseñe, porque yo sé cómo vigilar pero parece que se hace en otra dirección. Usted mira hacia una dirección diferente."
Hay un solo paso y ese paso tiene que ver con la dirección, con la dimensión. Podemos enfocar tanto hacia afuera como cerrar los ojos al exterior y dejar que toda nuestra conciencia se centre en nuestro interior y vas a darte cuenta porque tú eres el que conoce, tú eres conciencia. Nunca la perdiste, solamente dejaste que se enredara en mil y una cosas. Saca tu conciencia de todo lo demás y déjala descansar adentro tuyo.
Entonces, llegas a casa.
El núcleo esencial, el espíritu de la meditación, es aprender a presenciar.
Por ejemplo: hay un cuervo graznando. Tú estás escuchando. Son dos: Objeto y sujeto; pero, ¿No puedes ver un observador que está viendo a ambos? -El cuervo, el que escucha y todavía hay alguien más que está observando a ambos. Es un fenómeno tan simple.
Estás viendo un árbol; tú estás ahí y el árbol está ahí; pero, ¿no puedes encontrar algo más? -Que tú estás viendo al árbol y que hay un espectador en ti que está viendo que tú estás viendo al árbol.-
Observar es meditación. No importa lo que observes. Puedes observar los árboles; puedes observar el río; puedes observar las nubes; puedes observar cómo juegan los niños; observar es meditación. No importa lo que observes; no importa el objeto; la cualidad de observar, la cualidad de ser consciente y estar alerta es meditación.

Acuérdate de algo: Meditación significa conciencia y cualquier cosa que hagas con conciencia, es meditación. No importa la acción sino la cualidad que traes a tu acción. Caminar puede ser una meditación si caminas estando alerta. Sentarte puede ser una meditación si te sientas estando alerta. Escuchar a los pájaros puede ser una meditación, si escuchas con conciencia. Hasta escuchar el ruido interno de tu mente puede ser una meditación si permaneces alerta y vigilante.
Todo se resume así: uno no debería actuar inconscientemente. Entonces, cualquier cosa que hagas es meditación.
El primer paso a la conciencia es ser muy consciente de tu cuerpo. Muy poco a poco, uno se vuelve más consciente de cada gesto, de cada movimiento. Y al hacerte más consciente se da un milagro: muchas cosas que antes solías hacer desaparecen; tu cuerpo se relaja más, se hace más armónico, prevalece una paz profunda,  pulsa una música sutil.

Después empieza a tomar conciencia de tus pensamientos; con los pensamientos tienes que hacer lo mismo. Son más sutiles que el cuerpo y por supuesto también más peligrosos. Y cuando te hagas consciente de tus pensamientos, vas a sorprenderte de lo que pasa adentro tuyo. Si escribes lo que pasa en tu mente, en cualquier momento, vas a llevarte una sorpresa. No vas a poder creer que esto pase adentro tuyo. Después de diez minutos, leélo: ¡Vas a ver una mente loca adentro tuyo! Como no somos conscientes, toda esta locura sigue actuando como una corriente subterránea que afecta  todo lo que haces y también lo que no haces; lo afecta todo…¡ Y la suma total va a ser tu vida!

Entonces, hay que cambiar a este demente. Y el milagro de la conciencia es que no necesitas hacer nada excepto estar consciente.
El fenómeno mismo de observarlo lo cambia; poco a poco, el loco desaparece; poco a poco, los pensamientos empiezan a tener cierto ritmo; desaparece el caos, se vuelven más un cosmos… Y otra vez, prevalece una paz más profunda. Y cuando tu cuerpo y tu mente están en paz, vas a ver que también están sincronizados entre sí, que existe un puente; ya no corren más en distintas direcciones, ya no cabalgan en caballos diferentes; por primera vez hay armonía y esa armonía te ayuda inmensamente a trabajar en el tercer escalón, -que es tomar conciencia de tus sentimientos, emociones y estados de ánimo.

Esta es la capa más sutil y la más difícil. Pero si puedes ser consciente de tus pensamientos, es solamente un paso más.

Se necesita una consciencia un poco más intensa para poder reflejar tus estados de ánimo, tus emociones y tus sentimientos. Cuando ya eres consciente de todo eso, los tres se amalgaman en un solo fenómeno, y cuando estos tres son uno -funcionando juntos perfectamente, en armonía, puedes sentir la música de los tres; se convierten en una orquesta- y  entonces se da el cuarto, pero este no puedes hacerlo, se da solo; es un regalo del todo, es un premio para quienes dieron los primeros tres.
Y el cuarto, es el último estado de conciencia que nos hace iluminados. Uno se hace consciente de su propia conciencia -Ése es el cuarto. Eso hace que uno sea un Buddha, el que despertó; y únicamente en ese despertar, uno llega a saber qué es el goce supremo. El cuerpo conoce el placer, la mente conoce la felicidad, el corazón la alegría, el cuarto conoce la bienaventuranza, el goce supremo. Este goce supremo es la meta de Sannyas, de ser un buscador de la verdad y el camino hacia él es la conciencia.



Lo más importante es que estés alerta, que no te olvides de mirar, que estés observando… observando… observando… y, poco a poco, cuando el observador se hace más sólido, estable, concreto y sin distracción, viene una transformación. Las cosas que estabas observando desaparecen; por primera vez, el observador mismo llega a ser el observado. Ya llegaste a casa.
  
EL  FLORECIMIENTO  DE  LA  MEDITACIÓN
La meditación no es un método hindú; no es solo una técnica. No la puedes aprender, es un desarrollo: un desarrollo de tu vivencia total, el resultado de vivir en forma total.

La meditación no puede añadirse a ti así como estás; no se te puede agregar; puede llegar a  únicamente por medio de una transformación básica, de una mutación. Es un florecimiento, un crecimiento. El crecimiento siempre es de la totalidad; no es una suma. Así como el amor no se te puede agregar sino que crece de ti, de tu totalidad, tienes que crecer hacia la meditación.
  
EL  GRAN  SILENCIO
En general, el silencio se entiende como algo negativo, algo vacío, una ausencia de sonidos, de ruidos. Este malentendido prevalece porque muy pocas personas experimentaron el silencio realmente.

Lo único que experimentaron en nombre del silencio es la ausencia de ruidos. Pero el silencio es un fenómeno totalmente diferente. Es absolutamente positivo. Es existencial, no está vacío; lo desborda una música que nunca escuchaste, con una fragancia que no te es familiar, con una luz que solamente puede verse con los ojos internos.

No es algo ficticio; es una realidad y una realidad que ya está presente en todos, lo que pasa es que nunca miramos para adentro. Tu mundo interno tiene su propio sabor, su propia fragancia, su propia luz. Y es absolutamente silencioso… inmensamente silencioso, eternamente silencioso.

Nunca hubo un ruido ni nunca lo va a haber. No hay palabra que pueda llegar hasta ahí; pero tú sí puedes llegar.

El propio centro de tu ser es el centro del ciclón. Lo que pase a su alrededor no lo afecta. Es silencio eterno. Los días van y vienen, los años van y vienen, los siglos van y vienen, las vidas van y vienen, pero el silencio eterno de tu ser sigue siendo el mismo, la misma música sin sonido, la misma fragancia a divinidad, la misma trascendencia de todo lo mortal, de todo lo momentáneo.

No es tu silencio; tú eres ese silencio.
No es algo que tú posees; tú estás poseído por eso y ésa es su grandiosidad... Ni siquiera tú estás, porque incluso tu presencia sería una perturbación.

El silencio es tan profundo, que no hay nadie, ni siquiera tú. Y este vacío trae verdad, amor y miles de otras bendiciones.
 
Osho

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