La muerte: no somos nada


Los seres humano somos tan insignificantes como un soplo de aire, como una brizna de hierba o como una hormiga obrera.

Transcurrimos nuestros días convencidos de nuestra importancia personal, viviendo la película de nuestras vidas, creyéndonosla y reaccionando a la farsa, generando karma por ignorantes, imbuidos en nuestros disfraces y tras nuestras máscaras con la que representamos nuestro papel vital -en muchas ocasiones sin saberlo-, arrogándonos una entidad e identidad de la que carecemos, inmersos en una especie de alucinación e hipnosis colectiva que nos hace identificarnos con nuestra individualidad y nuestro concepto de autoexistencia y con todos los agregados que le añadimos (apegos, aversiones, miedos, deseos, esperanzas)...

Y no somos nada, absolutamente nada, aniquiladoramente nada.

Nada.

Nada...

Un momento vives y, en un segundo; no estás.

Es así de evidente y demoledor.

No hay nada en ti. No queda nada. Nunca has sido nada.

Todo lo que creías ser ha desaparecido y queda la sustancial obviedad: no somos nada...

El dolor es tan inmenso... la perspectiva es tan abisal... el abismo tan profundo...

No somos nada...

Y entonces hay que redoblar esfuerzos para no caer en el nihilismo improductivo, tan propio de la razón y del ego, de la limitada dimensión de la existencia que vivimos desde él. Es necesaria una dosis extra de coraje y, sobre todo, de humildad para reconocer que no somos nada porque sólo somos agregados, un ensamblaje, diferentes aspectos unidos que conforman lo que creemos ser y nos dan densidad y solidez, pero detrás no hay nada, sólo un inmenso vacío, un terrible vacío, una grieta sísmica, una sima inédita.

No somos nada.

Y entonces hay que girar los ojos al cielo o a lo más profundo; íntimo y verdadero que tengas en tu interior y ver la luz, reconocer lo más grande: no somos nada, porque sólo Dios es. Y nosotros sólo somos contenedores, formas vacías sin su hálito, vías para que la Vida pase a través nuestro sin que nos creamos la falacia de que la poseemos y existimos por nosotros mismos. Sólo somos parte de una evolución, un pasito más, un grano de arena ínfimo e insignificante en la playa de la Vida, un chasquido en el rumor incesante de la existencia, una gota, una lágrima, un poro, una estrella en la infinitud de las incontables galaxias....

No somos nada y nada hay que ser. Sólo se es. Nos experimentamos, nos vivenciamos, nos experienciamos, pero de prestado porque nada nos pertenece, ni nuestros cuerpos, ni nuestras almas ni los aspectos más evolucionados de la consciencia. Todo son no más que impermanencias atravesadas por la red de la vida, múltiple y compleja, depositaria de niveles y niveles y niveles de contracción de los más burdos a los más sutiles, hasta la contracción última que he encontrado: creer que existo, que soy, que tengo entidad y no, no soy nada y nada somos nadie.

Nada existe por sí mismo, todo existe en relación a algo y ese algo en relación a lo que todo existe es Dios, la última razón, la última evidencia, y a mi entender, hoy, la única verdad.

12 comentarios:

(z) Victoria dijo...

Qué maravillosamente bien explicado. Leo habitualmente tus entradas, pero hoy no he podido por menos que expresarte mi profunda admiración.
Un abrazo!

faluga dijo...

Però Ell tampoc existeix sense nosaltres...

Anónimo dijo...

Por circuntancias personales, estoy en contacto diario con el fin. Y por desgracia hoy enterré a alguien muy querido... y qué te puedo decir? el cuerpo físico es algo tan frágil...pero a la vez tan primordial para habitar nuestra fe,nuestra herramienta para crear y transformar nuestro camino que se nos hace difícil comprender a veces el mismo sentido de la vida.
Muy acertadas palabras y reconfortantes... gracias.

Sankara dijo...

Namasté Aranzazu.

Del Maestro el silencio,
del silencio la verdad,
quien conoce esta historia
nunca deberá preguntar,
la certeza de la vida
en la muerte la encontrará.
La muerte y la vida no nos deben preocupar
ya que Yo ya estaba antes de empezar.
En esta corta vida que poco nos ha de durar
ni el amor ni la desgracia nos han de molestar,
ni la deshonra ni la gloria nos deben hacer cambiar.
A quien sin pies camina
no le han de enseñar a volar.

Sankaradas.

aranzazu dijo...

Muchas gracias a todos por vuestra comprensión, apoyo y palabras... Tras la muerte de un ser amado, he tocado fondo en este fin de invierno, donde se ha muerto más que una persona: ha muerto verdaderamente mi idea de identidad. Por ello, ahora veo que Dios está aquí entre nosotros, en cada uno de nosotros, en cada cosa que existe, en vuestras palabras y en vuestro y nuestro amor. Muchas gracias de todo corazón. Les amo.

Sankara dijo...

Querida Aranzazu.

Pocos como yo te comprenderán en estos momentos de profundo dolor, quiero dedicarte un cuento de Jorge Bucay que a mi me llega de una manera muy especial.



Un padre desesperado por la pérdida de su hijo se pasaba las noches llorando. Conmovido, un Espíritu se le acercó diciendole, que te pasa?, La respuesta obviamente fue estoy desolado, necesito ver a mi hijo aunque sólo sea una vez, y el deseo le fue concedido. Al momento se encontró en presencia de un inmenso espacio lleno de Paz rodeado de chicos de la edad de su hijo, radiantes, con vestidos blancos, todos llevaban un cirio encendido en las manos. Desconcertado buscaba al chico, de pronto lo encontró, iba como todos los demás y parecía que era feliz, pero se dio cuenta de que su vela estaba apagada, al preguntarle por este hecho el hijo respondió, a mí también me lo encienden cada mañana pero tú me lo apagas cada noche con tus lágrimas.

Raúl dijo...

La verdad es que DIOS esta siendo atacado por el cinismo y el escepticismo imperante en nuestra era.Kaly-yuga o como se llame.¡que nos hundimos!

El que corre con lobos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El que corre con lobos dijo...

Hola Aranzazu;
Yo no sé expresarme muy bien de forma racional, sin embargo y desde luego entiendo que la perdida de un ser querido siempre es dolorosa. Por muchas palabras y actos de consuelo que expresemos, el dolor sigue en quienes llevan el duelo.
No solo no somos nada, sino que además entre el momento de la concepción hasta nuestro inevitable destino, hemos vivido, experimentado, amado, aportado alegrías, compartido, reído y cantado juntos...
Se perfectamente que los que quedamos no sabemos absolutamente nada de la muerte, y sin embargo nos queda tanto por aprender de la vida y su ciclo.
No solo no somos nada, aunque además mientras seguimos viviendo somos aun capaces de dar amor al que lo necesita, sorprender al que sufre desidia, compartir sonrisas y alegrías con el que desespera...
Algunos dicen que la vida es una enfermedad pues aboca irrefutablemente a la muerte, esa compañera fiel que nos recuerda constantemente que mientras podamos, llenemos nuestra vida en Aquí y Ahora de momentos de plenitud en Ser.
No solo no somos nada, sino que también se nos ha dado la oportunidad de establecer una comunión con Dios. El nos ha capacitado mientras estemos en el fluir de la existencia de tomar Conciencia de Ser, de ser una Casa de Dios.
Desde lo mas profundo de mi corazón deseo, Aranzazu, que el dolor deje paso a la alegría de estar viva.
Es verdad, no solo no somos nada sino que a pesar de todo se nos ha otorgado el don de experimentar la vida. Aunque a veces, esta se nos revele llena de complejidad, paradojas y contradicciones. Olvidamos que la detenemos de prestado y nos cueste aceptar que irremediablemente algún día se nos agota.
Aranzazu, te deseo una vida llena de Luz y Bendiciones.

Merche Segura dijo...

Por Favor!!! pero que escrito y que comentarios!!! Gracias a Todos, aunque no os conozco a ninguno, pero me habeis hecho pasar un rato maravilloso con tantas letras, palabras, frases, cuentos, experiencias... y esto es el sentir de la vida.

Y Gracias sister del alma, no tengo mas palabras para poder expresar, tu ya sabes...
Este camino no seria lo mismo sin ti!!!
Te amo.

aranzazu dijo...

Querid@s amig@s:
Ante todo, de nuevo gracias por vuestras palabras. Os quiero contar algo: la persona que ha muerto es la mujer de un buen amigo y pese a que actualmente tenía poca relación con ellos, su muerte me ha conmovido profundamente y ha sacudido todas mis raíces. Se debe a que estoy inmersa en un proceso de crecimiento personal y profundamente comprometida con mi evolución y, como sabéis tod@s porque también lo estáis, el proceso transita por diferentes estadios. Yo ya había padecido la muerte de mi padre, que me abrió a una perspectiva y dimensión de conciencia desconocida hasta entonces, pero esta muerte me ha sacudido en lo más íntimo e interno porque la he sentido como propia y es que, al tiempo que ella se iba, algo moría en mí -parte de mi conciencia de ser separado, parte de mi aparente individualidad, parte de la contracción de ahamkara, no sé cuánto, no dispongo de suficiente sabiduría aún-.
Y ha sido profundamente doloroso pero tremendamente revelador. Durante unos días me ha costado encontrar un sentido a mi vida y me he sentido paralizada e impotente, desganada. Pero después, con vuestras aportaciones, las de mis alumn@s y la de amig@s próxim@s, y con la ayuda insustituible de la práctica personal, he entendido que es retroalimentador (yo que ya lo escribía y lo había sentido pero no en esta intensa dimensión) y que no somos nada y sólo Dios existe pero Él se experimenta a través nuestro, con todas nuestras maravillas y miserias, con toda nuestra alegría y dolor... porque eso es la Vida : aparentes opuestos complementarios, expresiones del Uno Todo. Y Él vive en nosotros y nosotros vivimos en Él y eso es sencillamente extraordinario y cotidiano al mismo tiempo. Así que, herman@s, muramos y nazcamos a cada paso y vivamos el presente como es: atemporal, aespacial y aperspectival. Sólo SER. Sin agregados. Siempre YA. Mil besos y muchísimo amor.

Anónimo dijo...

Morirse es más bien sacarse el sobretodo, moverse mucho más libre y fluido,
acudir al verdadero hogar.

Tan distinto se ve desde aquí la muerte…no las ves como final, sino como principio.
Muerto estaba, cuando me creía cuerpo, recién ahora, vivo.

No había advertido que ni la piel, ni los músculos, ni los huesos eran mi yo.
Yo no era el cabello raleando, la mirada acuosa, el temblor creciente.
Me pareció ser quién iba envejeciendo y enfermando.
Creí que todo se iba a poner negro, en infinita oscuridad.
O que, para peor, permanecería estático en continua soledad.

Sorpresivamente conocí la verdad real y no como en los sueños;
recuperé presencias queridas, muy amadas, nunca tan cercanas.
Aquí no hay sufrimiento, no existe el lado oscuro de las cosas.

Comprendí muchas cosas, que teniendo cerebro no pueden comprenderse.
Pude ver que equivocado estaba viviendo como vivía,
preocupado de todo y creyéndome importante.

Ahora voy por donde quiero con gustosas tareas por misión,
Agradezco la libertad enorme de esta existencia vibrante y el denso aprendizaje

que encerrado en un cuerpo tuve que pasar.

Mutando toda realidad en gozo, salió el peregrino con paso resuelto hacia la cumbre

que sin dificultad se distinguía hacia el oriente.