Notas de Diario de Ken Wilber (II)

Todos los budas y todos los seres sensibles no son sino Un Espíritu separado del cual nada existe. ese Espíritu, que carece de origen, no ha nacido nunca y es indestructible. No es verde ni amarillo y carece de forma y apariencia. No pertenece ala categoría de las cosas que existen y tampoco puede ser calificado, en consecuencia, en términos de nuevo o viejo. No es largo ni corto, grande ni peuqeño, porque trasciende todos los límites, todas las mesuras, todos los nombres y todos los rasgos y está más allá de toda comparación. Basta con despertar la Único Espíritu.
Maestro zen Huang Po

· El místico no es alguien que ve a Dios como un objeto, sino aquel que se halla inmerso en Él.

· Traslación versus transformación:
La religión cumple dos funciones muy diferentes pero igualmente importantes. (...) Se ocupa de dar sentido a la sensación de identidad separada creando o reviviendo mitos, historias, cuentos, narraciones orituales que ayudan al yo separado a encontrar sentido y a soportar los golpes y dardos de la insultante fortuna. No suele pretender cambiar el nivel de conciencia de la persona y no apunta a ninguan transformación radical. No proporciona una liberación del yo separado sino que tan sólo proporciona consuelo al ego; lo fortifica, lo defiende y, a fin de cuentas, lo promueve. (...)

Pero la religión también cumple con la función de promover la transformación y la liberación. Se trata de una función que no fortalece al yo separado sino que lo destruye, y no proporciona, pore taanto, consuelo, fortaleza, satisfacción y comodidad, sino desolación, vacío, ruptura y revolución, esta función no apunta la puntalamiento convecional de la conciencia sino a su transformación y transmutación profunda.

Existen diferentes modos de expresar estas dos grandes funciones. La primera de ellas -traslación y que consiste en dar sentido al yo- constituye una especie de movimiento horizontal, mientras que la segunda -transformación y que apunta a la trascendencia del yo- es una especie de movimiento vertical (más alto o más profundo, depende de la metáfora que utilicemos).

La traslación proporciona al yo un nuevo modo de pensar o de sentir sobre la realidad, brindándole una nueva creencia. (...) enseña al yo a traducir su mundo y su ser en función de una nueva creencia, un nuevo idioma o un nuevo paradigma, una nueva y maravillosa traducción que atenúa y alivia provisionalmente el terror inherente a toda sensación de identidad separada.

La transformación cuestiona, desafía, testimonia, socava y desmantela el proceso mismo de la traslación. Con la traslación típica, el yo (o sujeto) dispone de un nuevo modo de pensar sobre el mundo (o sobre los objetos); pero con la transformación el yo mismo es puesto en entredicho, apresado y literalemente sofocado hasta la muerte. (...)

Con la traslación, el yo sigue feliz en su contracción, contento de su esclavitud y satisfecho ante el escandalosos terror que constituye su esencia más profunda. Permite que el yo se adentre somnoliento en el mundo y se lance al pesadilla de este mundo provisto de una nueva dosis de morfina con al que enfrentarse al samsara. (...)

La verdadera transformación no es una cuestión de creencias sino que entraña la muerte del creyente; es ajena a todo intento de traducir el mundo de otro modo y se centra en su transformación. (...) El yo no se contenta sino que se desvanece. (...)

En algún momento de nuestro proceso de desarrollo, la traslación deja simplemente de servir. No existe creencia, paradigma, mito o idea que pueda remediar la irrupción de la angustia. A partir de ese momento, el único camino posible ya no es el de encontrar una nueva creencia para el yo sino de trascenderlo.
(...)

Pero el número de individuos que están dispuestos a emprender semejante odisea es -siempre ha sido y, probablemente, siempre será- una minoría. (...)

[Desde] esta primera función de la religión (la traslación horizontal y la creación de significados para la sensación de identidad separada), la religión apunta a la legitimación del yo, buscando refrendar sus creencias, sus paradigmas, sus visiones del mundo y su manera de estar en él. Y esta función legitimadora ha sido el cometido más importante de todas las tradiciones religiosas del mundo. La capacidad de una religión para proporcionar sentido, legitimidad y aprobación horizontal al yo y sus creencias ha sido, históricamente, el aglutinante social más importante de nuestra cultura. (...)

Y si la religión traslativa proporciona legitimidad, la religión transformativa brinda autenticidad. (...)

Y más pronto o más tarde (dependiendo de su capacidad de sufrimiento) todo el mundo debe responder a la llamda de la autenticidad, de la transforamción y de la liberación que nos invoca desde el lejano horizonte del infinito.

La espiritualidad transformadora pretende proporcionar verdadera autenticidad desarticulando lo que el mundo asume como legítimo. (...) La conciencia auténtica no tarda en sacudirse ese yugo [la conciencia legítima que se ve confirmada por el consenso general, adoptada por la mentalidad colectiva y promovida por el yo separado como el modo de dar sentido a este mundo] y asume una mirada que ve el mismo resplandor infinito en el corazón de todas las almas y respira la atmósfera de una eternidad demasiado sencilla como para creérsela.

La espiritualidad transformadora, auténtica, es revolucionaria. No legitima el mundo sino que rompe con él, no consuela al mundo sino que lo desarticula y no se ocupa de satisfacer al yo sino de transcenderlo.

1 comentario:

Sankara dijo...

Ken wilber es el maestro vivo que mejor conozco, creo que me he leído toda su obra editada en español.
Te felicito por este magnifico post y que ayudes a divulgar su extraordinaria obra. No es un autor fácil de leer pero, sin duda es el que tiene las ideas mas claras, hay quien le considera el Einstein de la psicología moderna.

Namasté.