Poemas

Esta serie de poemas la escribí la primavera-verano de 2001, recién enamorada de David... sigo pensando lo mismo, más evolucionada, aunque ahora no le escribo tantas cosas. Desde luego, no hay nada como el amor para despertar a la musa. En fin, espero que los disfrutéis.Foto en Córcega 2004.

EL AGUA DESPUÉS DEL FUEGO I

Tu recuerdo lucha contra el olvido que quiere instaurarse en mi república de amor.

Irrumpiste en mí. Brusco. Súbito. Echaste las puertas abajo. Derribaste los muros y perforaste la coraza. Me desangraba. Y me entregué.

Ahora el miedo me confunde, me paraliza, me conduce a otra yo, desaforada, libertina, disoluta absoluta de un desenfreno procaz. Y no, no es así. No basta para ser completo. Necesito sentir tu calor, tu abrazo, desbocar los caballos que trotan en mi pecho y permitir que galopen.Deseo sentir la emoción del trasvase, la tangencialidad del círculo íntimo y personal: la trascendencia. La abdicación autócrata. Mi rendición.

Cuando tu ausencia es presente, sucede: me embarga una indescriptible emoción. Intensa, violenta incluso, indómita y visceral.

Mas en tu comparecencia el fallo es otro. No logro fluir. No puedo darme, -¿no quiero darme?

Algo, no sé qué, me detiene. Me estanca en la concupiscencia. Me libera y me encarcela al mismo tiempo. Me alza en armas contra ti. Me sublevo. Te someto. Y me rebelo. Ahí, soy la reina.

Pero luego enlazan tus brazos mi cuerpo y me abandono. Acato y renuncio a mi monarquía. Dadivosa, otorgo licencia de entrada a los prístinos aledaños del alma. Y te lluevo. Te transporto. Te dirijo hacia rumbos insólitos y nos elevamos.

Ascendemos a roces de miembros, a tramos de piel. Escalamos la cima despacio, demorándonos en el trayecto, en la caricia única. -Resbalan las yemas marcando a fuego el sendero- Nos imprimimos las huellas dactilares. Nos reconocemos.

Pero un instinto irracional me sacude entonces y me aparta de ti. Ignoro la causa de mi inconsciente defensa. Y vuelvo a retirarme.

Insurgente, inicio de nuevo el vértigo, la rebelión, el gozo inmediato de mi éxtasis triunfante –mi urgente y único reino, por ahora.

Y recomienza el ciclo… ¿Hasta cuándo? No lo sé… Acaso hasta que el agua mane después del fuego.

MI SOLEDAD CONTRA MI AMOR

Es mi soledad quien lucha contra mi amor.

Es ella, quien se ama tanto, que no anhela trascender. Desea residirme, habitarme. Acogerme en sus brazos pacíficos, recostarme en su cálido vientre, abrigarme en su abrazo sincero y asilarme en su dúctil regazo. Ocuparme toda. Exiliarme de una parte de mí y colmarme hasta el último estertor. Rasgarme las vestiduras. Mirárseme. Expiar mis culpas. Saquearme y despojarme para mi gloria y redención -la mía, sin más-, para purificar y simplificar mi alma. Para cribar el grano podrido. Para ser.

Es mi soledad quien lucha contra mi amor. Y hasta que no sea capaz de discernir una conclusión, continuará la batalla.

Entre este amor que se despereza con pretensión de nacer, crecer y consolidarse y el placer solitario de ser y estar con una misma. Entre esta explosión incontenible de gozo emocional, este desorden de los sentidos y la gloria infinita de la introspección.

¡Qué magnífica paradoja!: es mi soledad quien lucha contra mi amor.

EL AGUA DESPUÉS DEL FUEGO II

Mi III República [He sabido que es necesario mirar desde la profundidad y emerger a la superficie porque si miras desde las estrellas todo es hermoso pero aparentemente turbulento]

Ha empezado a brotar el agua.

Un recuerdo de mi infancia -básico, primario, que remonta desde ecos inmemoriales de voces antiguas y proviene de las remotas regiones del sueño/vida- es agua manando de una roca. Es simple, mágico. Antológico y milenario. Único en su ubicuidad.

Y ahora brota agua en mí. Estoy manando. Reverberándome. Rememorándome. Le impedía calarme antes.

Mis ideales, mis miedos han desaparecido. Ahora todo es sorprendentemente claro: goza de una inefable transparencia. Ahora sí. Ahora es aquí. Aquí es ahora.

Casi no puedo creerlo: soy anterior al éter, diáfana, fruto del encumbramiento de mi propia condición: los insospechados límites, desconocidos, ilimitados en realidad.

Me he enfrentado a lo no bello. He debatido sin tregua con la Muerte. He superado las rémoras y avatares que obstaban mi camino: ya te he rozado el alma con los dedos y me he asomado a tu interior.

¡Qué terriblemente hermoso! ¡Qué magnético y sabio! ¡Qué sencillo a la vez! ¡Cuánta herida y sanación juntas!

Tu abrazo ha sido suficiente… Sé que en él reside todo. Ahí, la gran verdad, la resolución única. El Otro Lado del Espejo. Nuestro Reconocimiento.

El inicio del agua después del fuego.

ELEMENTAL

Tú existías. Y lo sabía yo (Juan Ramón Jiménez)

Me gusta tanto que no sé cómo desearla (Álvaro de Campos/Fernando Pessoa)

Eres tan hermoso que no sé cómo desearte.

Por eso espero a la mañana, cuando regresas de la inocencia del sueño, cuando te inicias al mundo.

Cuando te miro y te veo dulcemente mágico, bellamente estético, divinamente angelical. Entonces te poseo. Sólo entonces. Y sólo observo tu rostro.

Te me deshaces. Nos reintegramos. Y me extasío en tu contemplación. Me rindo ante la sutil evidencia de tu encanto.

Lasciva y mimosa, muevo mis caderas. Te bailo.

Hermosa y llena de vida, te devuelvo al mundo, te recupero del territorio onírico y te remito desde mórficos dominios.

Te me principias. Y me recoges. Y nos transmutamos en elementos: y somos aire y tierra.

Y somos agua. Y somos fuego.

QUINTAESENCIA I

Tienes ojos de puma salvaje, la nariz que cabalga entre tus pómulos y una boca de fruta fresca.

Tus labios son mullidos algodones de nube y tu sabor es de agua marina. Una ola salvaje me sacude cuando los siento cerca. Una llamada ancestral me liba las entrañas si percibo que se posan en mi cuerpo.

Lianas, troncos y ramas caen como cascadas desde tu cenit. Quiero perderme en ellas, enredarme en sus filamentos, anidarlas. Prenderme. Y balancearme. Mecerme en ti, asida a tus cabellos.

Tu olor es de animal montuno, feraz, sutil a la vez que intenso. Vegetal. Hueles a tierra y plantas. Sabes a sal y mares. Amas desde el ocaso y montas sobre mis lares el fuego de tus caderas y la fuerza de tu misterio.

Tu espalda es un vasto océano donde reptar sin descanso, una extensa sabana donde sumergirse sirena.

Tus piernas caen como columnas desde dos rotundos capiteles con tacto de uva morada. Se cincelan de músculos pequeños y alargados, de nervio poderoso. Acabas en hermosos pies, de aleta terrestre. Tu hueso, arqueado.

Me embriagas. Me condenas: te ansío. Eres tan hermoso que me pierde el deseo, tan bello que me convierto en sombra. Y en humo… pero no puedo irme.

MIS PALABRAS

Yo te cuento la vida con palabras y tú escuchas como digo, como explico tus colores, las horas de tus soles y tus lunas, mis temores y tus miedos: nuestra historia. Las pasiones que nos unen: ese vital desenfreno.

Cuánto llenas aún sin creerlo. Cuánto vierto aún sin saberlo. No imaginas cuánto te quiero. Y te narro la vida con palabras en un largo cuento, para adormecerte, para que ansíes el refugio de mi abrazo, para que seas tú el que siente. Y vamos haciendo historia y construimos relatos. Inconsciente, me das vida, pues son motivos para contarla.

Y aquí me tienes, pluma en mano, intentando en tu ausencia sentirte algo más próximo, anhelando tu recuerdo, que te has ido. Cuánto voy a echarte de menos cuando así sea. Pero sé que vendrás con flores y con piedras y me traerás agua de lejanos manantiales y el aire nuevo de las cosas nuevas.

Y portarás historias para la niña y me sentarás en la arena de tu desierto y, bajo la haima con el narguile, me recitarás versos en silencio cuando me mires, profundo, desde tu ser abierto.

Y yo te escucharé, como si jamás otra cosa hubiese hecho. Y oiré con ojos anhelantes, de ávida ansiedad, las historias que guardaste por y para mí.

Por mí, que te quiero a pesar mío y desde la salvaje alma. Para mí, que te cuento la vida con palabras.

TUS PARTIDAS

Caen la noche, la luna y las estrellas. Hiere el sol con su luz la madrugada. Llega el día… y tu partida. Continua desazón de tu llegada.

No es tu ausencia lo que duele –que de más te parte el alma-, es la espera dilatada, es el día que no llega, es la noche que no acaba.

Busco tu rastro en todas partes, escruto sin pudor entre las sábanas por si el azar hubiera sido haberte transformado en esperanza y hacerte etéreo, invisible, respirando mi aire y mis entrañas.

Aún me duele verte marchar pero sé que es la acertada certidumbre de tu partida quien me asegura tu madrugada, quien me hace amar de otra manera, adulta e infantil, completa y clara.

Te amo tanto que no sé cómo el amor no me estalla profundo en el alma. Llenas tanto mi existencia que si te vas me siento extraña y faltan la voz, la luz, el aire; añoro tu presencia y tus palabras.

Mas sé que es lo mejor para nosotros, intuyo que es así como se ama, permitiendo a cada uno ser sí mismo y creando entre los dos una mañana; donde sólo existen nuestros cuerpos, donde son únicas nuestras almas, que se funden, se confunden, se enredan y se hacen magma, que supura de los poros, que satura las entrañas, que se eleva desde el cenit y desciende de las llamas del volcán de los deseos y del cráter de la cama.

Así crezco, así te quiero, así aprendo a aprehender tu oculto alba. Así quiero quererte de por vida, así espero mantenerme en tu ventana y esperarte en la mía, anhelante, ávida de ti y de tu llegada.

Te vas para volver como las olas. Te vas, vuelves y vienes en eterna retirada. Inmenso y fértil mar de mis deseos, dueño de mí por dentro, de ley y alma.

QUINTAESENCIA II

Tu cuerpo es un paisaje sin distancias, el único vestido de mi cama. Tu cuerpo es una inmensa geografía, carece de límite para mi alma.

Tu cuerpo se forjó en los albores del origen de la aventura humana. Vino con las estrellas primeras, bebió en las fuentes de la Vida, se alimentó de múltiples regalos y repartió sus dones y alegría.

Tu cuerpo es tan hermoso que su sola visión me extasía y me pierde y me derrota y me sucede, y me envuelve y me condena y me conquista.

Podría pasar años, lustros, siglos, admirando tu belleza dividida: la visible, tan rotunda e insultante; la recóndita, tan completa y tan lisa.

No quiero que te vayas de mi lado. Déjame reposar en ti, dormida, y gozar para siempre de ti, bello, y saber que eres tú mi bienvenida a este mundo que a veces no comprendo,

a este aquí donde soy tu preferida, a este sueño del que no quiero desvelo, a este ahora en que estoy llena de vida.

ETERNO

Sólo una vez te he querido: siempre. Tú viviste conmigo en otras vidas. Tú y yo fuimos uno en alguna parte. Nosotros nos amamos antes de conocernos. No logro recordar cuándo ni dónde. Pero lo sé y eso me basta.

Lo supe al verte por vez primera: me atravesaste con tu mirada, reclamaste brutalmente mi presencia. ¡Y al girarme hallé unos ojos y me pude sentir reconocida y dilaté mis pupilas ya sin fondo porque estabas leyéndome la vida! Y en el aire tu mirada para siempre se quedó prendida… -Tanto es así que tus ojos aún flotan alrededor si los evoco… -

Tal vez te busqué desde entonces, aunque nunca lo supe. Tal vez desde entonces no hice más que buscarte e interrogar a todos sobre ti, por si alguien me daba alguna pista, por si alguno me decía dónde encontrarte. Igual que el río y las aguas de su orilla o los puntos cardinales de las islas, te me cruzabas a veces y tu alma se trocaba con la mía.

Jugábamos al escondite del amor que aún no quiere ser hallado.

Y yo, invisible, muda, eternamente a tu lado, durante todos esos años, etérea e inalcanzable para que siempre me amaras.

Tal vez no era el momento, quizás entonces no sabíamos nada, y el nuestro es un amor que crece lento y así arraiga; pues de verdad contigo al lado siento que me estalla el alma, que me invade un amor inabarcable, que de puro amor me muero y matas.

Te he querido desde siempre aunque tal vez no fui consciente. Y anhelaba tu voz, tu abrazo, tu inconfundible olor y tu tacto, y me perdí en pesquisas inútiles teniéndolo mi corazón tan claro.

Pero ahora es aquí, pero ahora es mi lado, donde creces amas, sientes, donde quiero tenerte para siempre enamorado.

TU LLEGADA

Llegaste en primavera como las flores.

Traías la mirada preñada de promesas, los ojos de ocelote rasgando la mañana. Todo fue muy sencillo y, pese a todas las trabas que quisimos imponernos, triunfó nuestro Destino sobre el sentido común.

Llegaste en primavera como las golondrinas.

Como ellas, te acercaste volando y suspendiste mi alma con tus alas. Me llevaste a las estrellas, un atardecer de mayo, y, aunque descendimos, yo, en verdad, permanezco allí, lechosa, amniótica, en mitad del universo.

Llegaste en primavera como el primer aroma del agua marina.

Oceánico y profundo, me tendiste tus redes y yo, fiel sirena, me agarré de tu eslora. Y ahora navego a tu lado y me anego de emociones, líquida, acuática, deslizante y etérea. Llegaste en primavera, como las flores, como las golondrinas, como el inconfundible aroma del agua marina.

No se asombren, entonces, si digo que eres mi verdadero amor.

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