Renacimiento primaveral


Cada primavera renazco a la nueva vida
y cada primavera aireo los armarios mentales y emocionales
que me oprimen con sus ropas demasiados estrechas,
con sus prendas ya raídas, harto vistas.

Si he sido responsable y he cumplido mi tarea invernal
puedo mirar al fondo del armario y observar qué encuentro allí.

Si no lo he sido, la providencia ya se encarga de recordármelo
e, irremisiblemente, me asomo a su interior y lo contemplo.

La sombra, sempiterna amiga, se encuentra entre los colgadores,
con su olor a naftalina, su percha de abrigo que nunca uso
a conciencia, aunque lleve puesto cada día,
y es la prenda que huele ya a mí, sabe a mí, tiene mi forma
y yo la suya; a pesar de que, por fortuna, no me la creo y me des(a)pego.
Pero allí está ella -ella que soy yo-, con sus vistosos colores,
en forma de ego arrogante y exclusivo,
con los que quiere atraerme y mantenerme sin individuar.

Abriendo sus botones, encuentro a alguien dentro:
no es muy grande y es muy tímida, vulnerable,
con miedo a mostrarse por desacostumbrada.
Brilla, con una luz deslumbrante, intensa
y concentra en su pequeño tamaño
una presencia benéfica y sanadora.

Poco a poco, con mucho trabajo y paciencia,
guiada por la estela del amor, la fe y la confianza,
dejo que ese alguien salga a la luz y vea la vida:
su energía y la del mundo se confunden y se convierten en una sola.
Mantengo esa imagen ante mí recurrentemente,
para no olvidar quién hay detrás del abrigo usado y cansado de sí mismo.

Al principio, el dolor es evidente:
la vulnerabilidad de la luz se actualiza a cada instante,
mediante el trabajo y la constancia,
sus hilos son sutiles, la textura de sus ropas casi transparente,
y su presencia se tambalea a ratos,
en los que las lágrimas, siempre sanadoras, siempre beneficiosas,
limpian y lavan todo el sufrimiento,
acogiéndolo, aceptándolo, integrándolo y disolviéndolo.
y dándole fortaleza a ese aparente vulnerable ser.


Éste es el proceso de cada primavera.
De cada primavera en que la semilla que nace al mundo
realiza un acto de fe y de esfuerzo
para atreverse a romper su cáscara y emerger a la luz,
un acto de apertura y confianza
en que la oruga se ovilla sobre sí misma
para eclosionar y mostrar las alas de quién es en realidad:
la bella y dulce mariposa primaveral.
Y ambas saben -y las tres sabemos- que ése es el destino
de quiénes queremos crecer,
que ése es el precio para evolucionar conscientemente.
Y, entre lágrima y lágrima,
entre práctica y práctica,
lo celebramos con todo nuestro ser,
con todo nuestro amor,
y trabajamos para actualizarlo siempre ya.

Mil besos a todos :)

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