Mujeres



Leo mucho e intelectualizo demasiado. Y mi conocimiento no puede volverse sabiduría porque no pasa por el filtro del amor. La energía desbordante de mi vientre se paraliza a la derecha de mi diafragma y lloro, lloro, lloro… lloro por lo que pierdo al avanzar en mi crecimiento sin reparar en cuánto estoy ganando. Lloro porque me siento alejada de quienes me han acompañado durante años, lloro porque siento que no tengo nada en común con ellos y, sobre todo, lloro porque no he hecho nada por evitarlo.

Cuando, como hoy, veo películas que ensalzan la camaradería y amistad femeninas, echo de menos esos sentimientos. Los tengo a veces, es cierto, y disfruto enormemente con ellos, pero mi corazón siempre ha sido más solitario que generoso, porque, al saberme cruel y al mismo tiempo vulnerable, he evitado el cultivo constante de numerosas compañías por temor a herirlas y ser herida y quedarme sola de verdad.

En realidad, conozco a muchísimas personas, pero, ¿a cuántas me siento unida realmente? Hoy, en esta fase hechicera de mi ciclo menstrual, de aprendiz de bruja que se prepara para la muerte mensual que acontece en nosotras, lloro porque quiero ser una gran abuela y no he sabido cuidar a mis flores. De hecho, no he querido cuidarlas y, en días como éstos, las echo de menos. Aunque si he de ser justa, no quiero estar con otras mujeres todo el tiempo, sino con mi madre, ella es la Gran Ella, ella es la representación de todas las mujeres, la Mujer Arquetípica de quien provengo. Y ella, sana, es una Diosa, la mayor que conozco, la más sabia, generosa y compasiva y eso lo que me ha enseñado.

Así que, confesando esto me siento mucho mejor: Madre, te amo hasta lo indecible. Amigas, a veces no puedo con vosotras y me sorprenden nuestras diferencias, pero os quiero y admiro vuestra paciencia y cariño para conmigo. Mujeres, me encantáis… Construyamos con nuestros compañeros sabios el mundo nuevo.

No hay comentarios: