Aprender el desapego de los árboles en otoño: soltar, desprenderme de lo superfluo, de lo que causa sufrimiento, de lo que no sirve, de lo que no es necesario.
Compasión de la destrucción. Saber decir adiós, aunque duela. Permitir que el placer pase, impermanente, sin aferrarme a él.
Saber que cuando me despido de algo doy la bienvenida a algo nuevo.
Confiar en que el Universo me sostiene, me guía y me otorga sus regalos.
[El Universo que Soy Yo aprendiendo a través de mi Maestra Interior, creando circunstancias para superarlas, pruebas de la vida para trascenderlas].
Si dejo ir, no pierdo, sólo gano libertad y la posibilidad de atraer algo nuevo.
Reconocer el error del desapego cuando hay un nuevo apego (soltar cuando hay algo nuevo que coger): permitirme fluir en la no posesión total, en la libertad de la ligereza, en la deseable levedad del ser, del volar sin peso alguno, sin lastre material ni terrenal, sólo volar, volar, volar… visitar las altas cumbres de la Conciencia, maravillarme ante lo Abstracto e Inmanente, lo Inasible del Conocimiento y volver con las claves de la creación de la Realidad a habitar el Corazón para transmutarlo en Sabiduría.
Volver, siempre volver, mirar al Ser Humano que Soy delante de mí en los ojos del Otro. Amar. Compasión(ar). Amar(Me) a través de los Otros. Porque he aprendido que Ellos son Yo. Que no hay Yo ni Ellos, sino Espíritu Único y Absoluto.
Y por ello, aprendo, como los árboles en otoño, a dejar caer mis hojas y mis posesiones, mis apegos, mis enganches, porque limitan mi libertad cuando los aso y no permito que cumplan la función que han venido a realizar: enseñarme durante un tiempo y luego marchar, irse, despedirse con el profundo y respetuoso Amor que hay en el decir adiós a lo que has amado tanto, amas y amarás para siempre, simple y sencillamente por el hecho de no poseerlo.
La infinita Compasión de ir y entregar a las manos de Dios, el Único y Último Maestro, el Definitivo.
[Nosotros, entregarnos a nosotros mismos, a nuestro Dios Interior, el Auténtico Maestro, permitir que cada uno nos responsabilicemos de nuestra propia evolución, el único y real Camino].
Decir adiós para que no veamos fuera lo que está dentro de nosotros (fuera no hay más que una proyección del inagotable e ignoto arcano de incomparables maravillas que reposa en el corazón de cada ser humano).
Y el árbol entrega en su infinita y enorme compasión cuanto tiene: raíz, tronco, ramas, hojas, flores, frutos. Extático y enstático en su Entrega. Ágape Infinito. El Ser colmado de Amor eclosionando y derramándose desde lo más profundo del Corazón de Dios.
Cada hoja que cae es una muestra del Infinito Amor de Dios encarnado en el árbol. Hoja que creará el humus de la nueva vida para que todo vuelva a nacer en el interminable ciclo de la vida renacida y despierta. Árbol maestro entregándose en boddhichita para que todos los seres alcancen la Liberación.
Y el árbol entrega porque sabe, con la inconmovible certeza que da el Amor Incondicional, que llegará la primavera, que los brotes acudirán de nuevo a sus ramas, que las flores adornarán de nuevo su copa, que los frutos nacerán y madurarán de nuevo para nutrir y alimentar a todos los seres.
Inconmensurable. Inconmensurable el Amor de Dios y del Universo en cada árbol, en cada ser, en cada desapego, en cada entrega desinteresada y confiada al Eterno Corazón de la Creación Infinita.
2 comentarios:
Excelente, bello, profundo.
Excelente, bello, profundo.
Publicar un comentario