Instrucciones para señalar. El Testigo



Comenzaremos cobrando simplemente conciencia del mundo que nos rodea. Contemplen el cielo, relajen su mente y permitan que se funda con el cielo. Observen las nubes que flotan en el cielo y dense cuenta de que eso no les exige el menor esfuerzo. Su conciencia presente, la conciencia en que esas nubes están flotando, es muy simple, muy sencilla, muy fácil y muy espontánea. Adviertan simplemente que existe una conciencia sin esfuerzo en las nubes. Y lo mismo podríamos decir con respecto a esos árboles, esos pájaros y aquellas piedras. Ustedes pueden observarlas sencillamente sin realizar esfuerzo alguno.


Contemplen ahora las sensaciones que aparecen en su propio cuerpo. Ustedes pueden ser conscientes de cualquier sensación corporal que se presente, tal vez la sensación de presión en la zona en que están sentados, quizás un leve calor en la zona del estómago o una tensión en la nuca. Pero aun cuando la sensación sea de tensión, ustedes pueden ser fácilmente conscientes de ella. Estas sensaciones aparecen en su conciencia presente y esa conciencia es muy sencilla, muy fácil, muy espontánea y no requiere esfuerzo alguno. Ustedes simplemente observan sin realizar esfuerzo.


Observen ahora los pensamientos que aparecen en su mente. Tal vez puedan darse cuenta de la aparición espontánea en su conciencia de imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y miedos. Son pensamientos que emergen, permanecen durante un rato y terminan desapareciendo. Los pensamientos y los sentimientos aparecen en su conciencia presente de un modo muy simple, muy fácil y muy espontáneo. Y ustedes se dedican simplemente a observarlos sin realizar esfuerzo alguno.


Dense ahora cuenta de que, si pueden ver el discurrir de las nubes, es porque ustedes no son esas nubes sino el testigo que las contempla. Dense cuenta de que, si pueden experimentar las sensaciones corporales, es porque ustedes no son esas sensaciones sino el testigo que las contempla. Dense cuenta también de que, si pueden ver el discurrir de los pensamientos, es porque ustedes no son esos pensamientos sino el testigo que los contempla. De una manera espontánea y natural, todas estas cosas emergen en su conciencia presente sin que tengan que hacer el menos esfuerzo.


¿Quiénes son, pues, ustedes? Ustedes no son ninguno de los objetos que se hallan fuera, ninguna de las sensaciones, ninguno de los pensamientos; ustedes no son ninguna de esas cosas, sino la conciencia sin esfuerzo que las contempla. ¿Quiénes o qué son ustedes?


Ahora pregúntense a sí mismos: Yo tengo sentimientos, pero no soy esos sentimientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy yo? Yo tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy yo?


Ahora den un paso atrás hacia la fuente de su conciencia, den un paso hacia el testigo y descansen en él. Y repítanse: Yo no soy objetos, ni sensaciones, ni deseos, ni pensamientos.


Y aquí es donde la gente suele cometer un gran error, porque creen que, cuando descansen en el Testigo, van a ver o sentir algo muy especial. Pero el asunto es que, en tal caso, uno no ve nada raro porque, si viera algo, eso no sería más que otro objeto, otra sensación, otro sentimiento, otro pensamiento u otra imagen. Pero todos ésos son objetos, todos ellos son lo que usted no es.


No, cuando uno descansa en el Testigo –y comprende que no es los objetos, los sentimientos ni los pensamientos- lo único que percibe es una sensación de Libertad, una sensación de Liberación de la identificación con los pequeños objetos finitos, con su pequeño cuerpo, con su pequeña mente y con se pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden verse y, en consecuencia, no pueden ser el verdadero Vidente, el Verdadero Yo, el verdadero Testigo, que es lo que ustedes realmente son.


De modo que, en tal caso, ustedes no verán nada particular. Todo lo que aparezca estará bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones se mueven por el cuerpo, los pensamientos discurren por la mente y uno puede contemplar todo eso sin necesidad de hacer el menor de los esfuerzos. Todo eso aparece espontáneamente en su conciencia presente sin realizar esfuerzo alguno. Y esa conciencia testigo no es nada concreto que pueda ver sino una inmensa sensación de Libertad –la Vacuidad pura- en la que emerge el mundo manifiesto. Usted es esa Libertad, esa Apertura, esa Vacuidad y no cualquier cosa que emerja de ella.


Descansando en ese Testigo vacío y libre, adviertan ahora que las nubes están apareciendo en el inmenso espacio de su conciencia. Las nubes emrgen dento de ustedes, ustedes pueden degustar las nubes, ustedes son uno con las nubes, que se hallan tan próximas que es como si estuvieran de este lado de su piel. El cielo y su conciencia son uno y todas las cosas que hay en el cielo están flotando en el interior de su conciencia. Y todo eso se halla tan próximo que pueden besar el sol y tragarse las montañas. Según el zen, cuando dentro y fuera dejan de ser dos, cuando sujeto y objeto son no dos, cuando el observador y lo observado se tornan Un Solo Sabor, “uno puede beberse el océano Pacífico de un solo trago” y ésa es la cosa más fácil del mundo. ¿Se dan cuenta de ello?


Ken Wilber


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tu blog,
... de cual libro proviene este texto de Wilber?
saludos

aranzazu dijo...

Es de Diario.
Un abrazo y merci :)