Mike Horn, explorador

"Aquella playa blanca, el agua negra, la jungla verde..."

Tengo 42 años. Nací en Sudáfrica y vivo en Suiza. Soy explorador. Estoy casado y tengo dos hijas, Anika (15) y Jessica (14). ¿Política? Mi país es la Tierra. ¿Dios? Creo en una fuerza superior. Preparo una exploración educativa de cuatro años por todos los mares y continentes

VICTOR-M. AMELA

No sabía que todavía quedaran exploradores…

Toda la Tierra está explorada, sí... Pero hay algo que queda por explorar.

¿El qué?

Lo que sucede dentro de uno cuando viaja en ciertas condiciones.

¿En qué condiciones viaja?

Sin vehículos de motor, durante largas distancias, sin presencia humana, con clima extremo… En esos viajes suceden cosas.

¿Adónde ha viajado así?

En el 2006 partí del cabo Artichesky (Rusia) a pie, y tras 60 días llegué al Polo Norte, con temperaturas de -60 º C.

Otro.

En el 2004 salí de Noruega y fui el primero en circunnavegar el Polo Norte sin motores: en barca, kayak, ski kite (esquí arrastrado por cometa) y a pie, tres meses.

¿Qué comía?

Arrastré un trineo con 180 kilos de comida durante 20.000 kilómetros por los hielos de Groenlandia, Canadá, Alaska y Siberia.

Son ganas.

Gozo. Pero lo mejor fueron los 18 meses en que circundé la Tierra por su ecuador sin usar vehículos motorizados.

¿Por dónde pasó?

Salí de Gabón, crucé el Atlántico en catamarán, caminé de Brasil a Ecuador por el corazón de la selva amazónica, atravesé los Andes, crucé el Pacífico en catamarán pasando por las Galápagos hasta Indonesia, atravesé las junglas de Sumatra y Borneo a pie y en bote, y en trimarán el océano Índico hasta África, que recorrí hasta Gabón.

¿Por qué?

¡Nací explorador! Nací con esta curiosidad de querer conocer qué hay más allá.

¿Cómo empezó?

A los 8 años mi padre me regaló una bicicleta. ¡Qué alegría! Quise ir a visitar a mi tío y me dejó ir solo, con la condición de que "a las seis, en casa". Yo tenía dos tíos: uno vivía a 10 kilómetros; el otro, a 300. Mi padre creyó que pedaleaba hacia el primero...

Y no.

Cuando vio que no volvía a las seis, llamó al primer tío: no sabía nada de mí. Mi padre comprendió... ¡Tenía un hijo explorador!

¿Cómo acabó la cosa?

Vino en mi busca en coche, y no me riñó, sólo me dijo: "En un día no puedes cubrir 300 kilómetros, no te engañes". ¡Fue mi primera gran lección como explorador! Di la verdad: que vas de aquí a aquí, sin trampas.

¿Cómo llegó a explorador profesional?

Lo razonable es quedarse en casa, calentito y tranquilo... Pero si te atrae lo desconocido, pese a pasar fatigas, soledad, hambre, frío..., es que quieres saber quién eres tú.

¿Ya lo sabe?

En cada viaje aprendo algo en mí. Empecé a los 18 años, alistándome en las fuerzas especiales sudafricanas: se alistan 4.000, y al año, quedan sólo los 4 mejores. Estaba ya en la penúltima fase, muy orgulloso, cuando mi padre me llamó: "Tengo cáncer, me queda un mes de vida. ¡Cuida de mamá y de tu hermana!", me pidió. Tras el entierro, aprendí otra cosa muy importante.

¿Qué?

Me sentía triste por no acabar mis pruebas. Le pregunté a mi madre: "¿Me dejas?". Y esa mujer que acababa de perder a su marido de 40 años ¡soltó a su hijo de 18 años! Da a tus hijos educación y seguridad, ¡y deja que vuelen libres, pues toda la Tierra es su casa!

Y desde luego que ha volado, usted.

Es normal que haga todo lo que hago. A menudo me preguntan: "¿Y no te juegas demasiado la vida?". ¡Jugarme la vida sería no hacer lo que hago! Cada uno tenemos nuestro lugar en el puzzle humano, y el mío es este.

Conocer lugares fabulosos.

Y contarlo, para ensanchar el mundo y que lo sintamos todos como nuestro hogar.

Comparta con los lectores tres lugares bellos en que haya gozado.

Amazonia, río Negro: una franja de playa blanquísima entre el agua negra y la jungla verde intenso. Y yo solo, viendo una tortuga volver rauda al agua tras poner sus huevos en la arena... ¡Vida renovándose!

Otro.

Glaciares fundiéndose ante mí en Groenlandia, y yo sintiendo que ahí se fundían secretos almacenados por milenios... ¡Qué escalofrío de que no sabemos nada de nada!

Otro.

Caminaba por hielos siberianos y vi un búho blanco. Él y yo solos en la nada blanca. Sus ojos negros miraban a distancia. Ni se inmutó al pasar a su lado. Horas después, a dos kilómetros (se camina lento en la nieve), otro búho. Miraba en sentido contrario. ¡Estaban comunicándose a enorme distancia con imperceptibles movimientos de pupila! ¿Qué cosita rara fui yo para ellos?

Búhos, tortugas... También las personas le habrán enseñado algo, ¿no?

Sí: conociendo a otras gentes he entendido que quienes no tienen alfabeto, escritura, ciencia, dinero, iglesia... no los necesitan.

¿Qué viaje prepara ahora?

Con este barco, el Pangaea,durante cuatro años recorreré todos los mares con rutas por todos los continentes, con grupos de jóvenes de 13 a 20 años.

¿Para enseñarles qué?

Vivirán las maravillas palpitantes del planeta y su equilibrio delicado, y podrán contarlo en sus casas, en sus ciudades, en sus países… Quiero que aprecien lo que aún tenemos, que estos jóvenes exploradores sean los maestros de generaciones venideras.

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