Qi gong y apertura

Cuando te permites abrirte a la Vida, ésta te responde con múltiples regalos. Hoy he estado en el curso de qi gong con Albert y, como siempre, ha sido muy enriquecedor y muy en armonía con el proceso que estoy viviendo. De hecho, siempre es así: si estás un poco atenta, las cosas siempre suceden armónicamente y en con-sonancia (y re-sonancia) con aquello que vivencias en tu proceso. Antes de la clase hemos hablado de la tristeza. La tristeza melancólica es la emoción que aflora naturalmente en otoño, es la energía corriendo por un determinado meridiano o lugar que hace que experimentes ese estado. Nosotros no percibimos la realidad tal como es, porque somos ignorantes respecto a los procesos energéticos que suceden en nuestro ser, así que interpretamos esta realidad desde las herramientas con las que contamos: cuerpo, mente, espíritu. Así que si siento esa energía que interpreto como tristeza (por mis condicionamientos culturales, personales, etc…) pues la siento y ya está. Es como sentir alegría, ira, miedo o cualquier otra emoción. Lo que ocurre es que como nuestra cultura ensalza unas emociones como positivas y a otras las margina como negativas, me esfuerzo en sentir las primeras y evito las segundas, cuando lo que es natural, lo que es espontáneo en el ser desafecto de apegos y aversiones es vivir las emociones tal como son, observándolas y dejándolas hacer. En el momento en que la mente interviene y analiza, disecciona, recuerda, prevé o se identifica, estamos re-creando la emoción [la emoción se crea, eso es lo natural, lo que es antinatural es re-crearse en la emoción, esto es, etimológicamente, crear doblemente la emoción: yang sobre yang. No puede haber yang sobre yang sino yin sobre yang: emoción (yang) y observación (yin). Observo la emoción, sin implicación, sin identificación, sino como un proceso natural, no hay acción (on) sobre la acción (on) sino escucha (off) de la acción (on)].
En la práctica y, con las palabras de Albert que transcribo desde mi experiencia al interpretarlas durante las explicaciones teóricas, he entendido varias cosas:
La respiración es transformadora y amplificadora de los procesos internos que se vivencian. Por eso, el trabajo con la respiración abre puertas que, de otro modo, están cerradas.
La práctica me informa de bloqueos que de otro modo desconocería y me permite experimentar la circulación de energía en mi cuerpo. Similares sensaciones me suceden mientras practico yoga -algunas asanas, en otras lucho [más sthira que sukha] al igual que en qi gong fuerzo en ocasiones-, cuando practico tai chi -ahora trabajo mucho la colocación corporal en las clases que imparto, lo que me facilita percatarme de aspectos que pasaban desapercibidos [¿cuánta información válida y útil para mi vida no proceso aún?] y cuando ejercito mi atención y concentración en ejercicios que me conduzcan al estado de meditación.
El secreto de toda práctica o camino es la naturalidad, la espontaneidad, el tener tan interiorizado y tan integrado el proceso que se da naturalmente en mí. Es abrirse, no pensar, vivir, recordar
todo lo que está dentro nuestro (re-cordis: volver a pasar por el corazón [el verdadero corazón de la mujer está en el útero: la morada del shen, de la intuición]), toda la información que está inserta en nosotros desde el momento en que fuimos creados en el big bang, con el resto de materia (las estrellas, los planetas, el cielo, la tierra, los mares, los animales, las plantas, los objetos...), toda la información que, como seres humanos, está contenida en nuestra conciencia esperando a que seamos capaces de albergar semejante sabiduría.
[Algo similar ocurre en nuestro cuerpo, la postura del árbol de qi gong -zhan zhuang- prepara nuestra estructura para que podamos albergar toda la energía que, potencialmente, poseemos y toda aquella que con las diferentes prácticas vamos almacenando; en este sentido, nuestra alimentación y nuestros hábitos también transforman las ondas vibracionales de la energía corporal para sutilizarla y permitir la continencia de esas ondas cuya frecuencia es más alta].
Por último, y en la línea cuántica de la unidad onda-partícula, la serenidad es un estado intermedio entre el "me siento bien"-"me siento mal", que conseguimos cuando nuestras ondas cerebrales tienen una longitud de onda larga y una frecuencia baja, cercanas a las ondas alfa o theta en vigilia.

Volviendo al inicio del texto, las pruebas evidentes de que cuando uno se abre todo fluye se demuestran en cualquier momento en que prestes atención (escucha, actitud yin) a lo que ocurre: tras la clase -con la buena onda- todo ha fluido: he cumplido los horarios que creía que no podía -incluso con imprevistos en medio: imprevistos que yo misma creo con la actitud de estrés-, el taxista que me ha llevado era un encanto y el coche una maravilla, el mar que veo desde el tren estaba hermosísimo y olía de maravilla al bajar, la luz era suave y agradable, presente para ser admirada,he escrito un poema, llevo una divina tarde de creatividad...
El mundo no hace más que darnos constantes regalos, cada día, cada segundo: abrámonos y los veremos, abrámonos y serán recibidos.

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