Un rápido análisis del mundo actual, una vista a golpe de pájaro, nos conduce a escalofriantes conclusiones: guerras, hambre, analfabetismo, valores vendidos a intereses mercantilistas, consumo depredador del medio y de la salud de los propios consumidores, irresponsabilidad congénita y contagiosa, carencia de ética inter e intrapersonal, irrespeto de destrucción masiva, etc.
Todo ello son resultados del mantenimiento de la lógica que conduce el mundo: una lógica tecnológica, paradigmática, controladora, visceral, masculina, territorial, opresiva, dominante, testosterónica, competitiva, veloz (fast being), causante de muerte, dirigida al exterior, orientada a la consecución de los frutos y no a la conservación de la fuente y alienada en urnas de poder fantasmagórico sin más relación que la comparación de bienes como acicate de nuevas conquistas.
Ha llegado la hora de dejar de separar lo masculino y lo femenino, el yang y el yin, los eternos dispares, los aparentes contrarios complementarios, que se necesitan para ser en sí mismos. Ha llegado la hora de asumir que la energía única (purusha) se presenta a los ojos del ser humano a partir de dualidades materiales (pakritti) para facilitar su comprensión. Es ahora el momento de sumar, de integrar lo no integrado y de crecer armónicamente unidos. Es esta integración la que permite la trascendencia de lo dual.
Es ahora el despertar consciente de las cualidades históricamente atribuidas a lo femenino: intuición, percepción, anticipación, afectuosidad, sociabilidad, dulce fortaleza, solidez, estabilidad, adaptabilidad, lealtad, valentía, creatividad, presciencia, conservación, clarividencia, ternura, permanencia, sosiego, calma y paz. Cualidades que han permanecido dormidas, narcotizadas bajo actitudes y hábitos evasivos; cualidades que han estado esperando a ser descubiertas, exploradas y vivenciadas para alcanzar el equilibrio.
Y en esta nuestra Tierra también existe y es de gran magnitud aquello que no se recoge en la opinión pública: practicantes espirituales en todo el mundo; meditadores en sincronía; medicinas holísticas; búsqueda de bienestar físico, mental y espiritual; consumo responsable; alimentación consciente; información mayor y mejor y al alcance de todos; necesidad acuciante de saber quién se es; de conocer el porqué de la propia vida; paulatinos cambios de actitud y de conciencia, etc.
Todas estas evoluciones tienen también una traducción en el mundo material: se abandonan las jerarquías laborales en pos del trabajo en equipo; mayor número de mujeres y de valientes hombres sin temor a mostrar su sensibilidad alcanzan puestos de responsabilidad política y financiera; lenta pero progresivamente, se alcanzan acuerdos que satisfacen a más de una parte; existe una mayor conciencia por cuanto sucede en cualquier parte del planeta -¡bienaventurada la aldea global!; al haber mayor conciencia, existe mayor responsabilidad por lo propio y lo ajeno; surgen libros y películas que llegan a las grandes masas repletos de mensajes divinos, etc.
Y creo que todo esto se debe a que el eterno femenino y su consecuente integración con lo establecido se diluyen gota a gota.
Como la imagen del agua taoísta, las nuevas maneras calan poco a poco en las mentes y los corazones de los seres y nos dibujan sonrisas de amor y compasión en los labios.
La gota horada la roca y cuando está horadada el arroyo corre libre y el manantial fluye sin esfuerzo. No más trabas, no más diques. Sólo agua, bañando nuestras conciencias.
Y creo que también se debe a que el instante más oscuro de la noche acontece el segundo antes del amanecer, de la explosión de luz del nuevo día.
La luz irrumpe en la noche y cuando amanece los rayos de sol viajan eones hasta encontrar nuestros corazones anhelantes de luz y los colman en un eterno baño cósmico. No más oscuridad, no más negrura. Sólo luz, iluminando nuestras conciencias.
Cambian las actitudes, se feminizan, se integran, se enternecen, vemos con el corazón y no con los ojos -gracias, Saint-Exúpery. Permitimos que la bondad, el diálogo, la comprensión, la interiorización, la meditación y la paciencia afloren en nuestra cotidianidad. Y construimos entre todos un continuo espacio-temporal donde brota el mundo de amor, luz, paz y conciencia que es nuestro único hogar.
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