Enseñanzas espirituales (Ramana Maharshi) II

Capítulo II

La instrucción (Upadesa)

Lo que distingue a un verdadero maestro (sadguru) es mantenerse continuamente en el Sí Mismo, mirarlo todo con mirada ecuánime, tener un valor inconmovible en todo momento, en todos los lugares y circunstancias.

Lo que distingue a un discípulo ferviente (sadsisya) es un deseo intenso de eliminar el dolor y alcanzar en gozo y una intensa aversión hacia todo lo que sea placer mundano.

La palabra upadesa significa próximo al lugar o asiento (upa: cerca, desa: lugar o asiento). El Guru, que es la encarnación de aquello a lo que se laude con los términos Sat-Chit-Ananda (existencia, conciencia y beatitud), impide que el discípulo, quien debido a que ha aceptado las formas de los objetos de los sentidos, se ha apartado de su verdadero estado y se halla, por consiguiente, angustiado y abofeteado por alegrías y tristezas, continúe así y lo establece en su propia naturaleza sin diferenciación. Es también mostrar que un objeto distante está muy próximo. El discípulo llega a entender que el Brahman que él cree distante y diferente de sí mismo está muy próximo y no es diferente de él.

Sólo por la gracia del Guru, y no mediante ningún otro logro, es posible que llegue uno a conocerse. [Sin embargo,] ante algunas personas mayores el Señor resplandece como la luz del conocimiento y les imparte el saber de la verdad [sin tener un Guru].

Todas aquellas acciones que uno lleve acabo con devoción altruista, con la ayuda de los tres instrumentos (cuerpo, discurso y mente) purificados, y en su condición de servidor del Señor, se convierten en las acciones del Señor y es liberarse del sentimiento del "yo" y lo "mío".

El término de la senda del conocimiento (jnana o vedanta) es saber la verdad de que el "yo" no es diferente del Señor (Isvhara) y estar libre del sentimiento de ser el hacedor (kartrtava, ahamkara).

La senda del conocimiento elimina el sentimiento del "yo", como la senda de la devoción elimina el sentimiento de lo "mío".

El alma individual que asume la forma del "yo" es el ego. El Sí Mismo, cuya naturaleza es la inteligencia (chit), no tiene el sentimiento del "yo". La aparición misteriosa de un ego engañoso entre lo inteligente y lo insensible es la raíz y causa de todas estas complicaciones; una vez destruido éste, por los medios que fuere, se podrá ver tal como es aquello que realmente existe. Es lo que se llama Liberación (moksa).

Capítulo III

La práctica (Abhyasa)

El que busca la liberación se da cuenta, sin dudas ni ideas falsas, de cuál es su verdadera naturaleza al distinguir lo eterno de lo transitorio, y jamás se desvía de su estado natural. Esto es lo que se conoce como la práctica del conocimiento. Es la indagación que conduce a la indagación del Sí Mismo. Esta vía es adecuada sólo para las almas maduras.

Los otros métodos son stuti, japa, dhyana, yoga, jnana, etc.
Stuti es cantar alabanzas del Señor con un gran sentimiento de devoción.
Japa es recitar los nombres de los dioses o los mantras sagrados como Om, ya sea mental o verbalmente. (Mientras se siguen los métodos de stuti y japa, la mente estará a veces concentrada (lit. cerrada) y a veces dispersa (lit. abierta). Las divagaciones de la mente no serán evidentes para aquellas personas que siguen estos métodos).
Dhyana denota la repetición de los nombres, etc., mentalmente (japa) y con sentimientos de devoción. En este método, el estado de la mente se comprenderá fácilmente, pues la mente no se concentra y se dispersa simultáneamente. Cuando uno está en dhyana, no establece contacto con los objetos de los sentidos, y cuando está en contacto con los objetos, no está en dhyana. Por consiguiente, quienes se encuentran en este estado pueden observar las divagaciones de la mente inmediatamente e impedir a la mente que siga otros pensamientos, inmovilizándola en dhyana. La perfección en dhyana es el estado de permanencia en el Sí mismo (lit., de permanencia en la forma de «eso», tadakaranilai).
Yoga: La fuente de la respiración es la misma que la de la mente; por consiguiente, el apaciguamiento de una de ellas lleva sin esfuerzo a la de la otra. La práctica de aquietar la mente a través del control del aliento (pranayama) se llama yoga. Fijando sus mentes en los centros psíquicos tales como el sahasrara (lit. el loto de los mil pétalos), los yoguis permanecen algún tiempo sin consciencia de sus cuerpos. Mientras este estado continúa, ellos parecen estar inmersos en algún tipo de gozo. Pero cuando la mente que ha devenido quiescente, emerge (deviene activa de nuevo), reasume sus pensamientos mundanos. Por tanto, siempre que deviene externalizada, es necesario entrenarla con la ayuda de prácticas como dhyana. Entonces obtendrá un estado en el que no hay oscilaciones de apaciguamiento y emergencia.

Jnana es la aniquilación de la mente, en la cual se hace que asuma la forma del Sí mismo, a través de la práctica constante de dhyana (meditación/contemplación) o de la indagación (vichara). La extinción de la mente es el estado en el cual hay una cesación de todos los esfuerzos. Aquellos que están establecidos en este estado, no se apartan nunca de su verdadero estado. Los términos «silencio» (mouna) e inacción, se refieren sólo a este estado.


Conocer la verdad del propio ser y serlo es lo que se conoce como liberación de la servidumbre y destrucción del nudo (granthi nasam). Mientras no ha alcanzado firmemente este estado de tranquilidad mental, es fundamental para el aspirante la práctica de una permanencia sin apartamientos en el Sí Mismo y el mantener la mente libre de contaminación por los pensamientos.

Quien concentre la mente sobre un objeto cualquiera, una vez cesados todos los conceptos mentales, permanecerá, en última instancia, simplemente como ese objeto. Es lo que se llama una meditación lograda (dhyana siddhi). Quienes siguen la senda de la indagación se dan cuenta de que la mente que permanece al término de la indagación es Brahman. Quienes practican la meditación se dan cuenta de que la mente que permanece al término de la meditación es el objeto de su meditación.

El acto de comunión con el Sí Mismo (atma vyavahara) o de permanencia en la quietud interna es una intensa actividad que se lleva a cabo con toda la mente y sin ninguna interrupción. Maya (delirio o ignorancia), que no puede ser destruida por ningún otro acto, es completamente destruida por esta intensa actividad que es llamada "silencio" (mouna).

Maya es lo que nos hace considerar como inexistentes al Sí mismo, la Realidad, que es siempre y por todas partes presente, omnipenetrante y auto-luminosa, y como existentes al alma individual (jiva), al mundo (jagat) y a Dios (para), que se ha probado concluyentemente que son inexistentes en todo tiempo y lugar.


Lo que se conoce como conocimiento o percatación no es más que la potencia del Sí mismo (atma shakti). El Sí mismo es el único objeto sensible (que siente). No hay nada aparte del Sí mismo.


Como el Señor denota el Sí mismo y la Gracia significa la presencia o revelación del Señor, no hay momento en que el Señor permanezca ignorado. Que los ignorantes no se percaten del Sí mismo, cuya naturaleza es siempre la percatación, ¿puede ser culpa de nadie más que de ellos? La Gracia es la naturaleza misma del Señor.


La morada del Sí mismo es el corazón en el lado derecho del pecho. Entre los dos pezones, por debajo del pecho y por encima del abdomen, hay seis órganos de diferentes colores. Uno de ellos, que se asemeja al brote de nenúfar y que está situado dos dedos a la derecha, es el corazón. Está invertido y dentro de él hay un pequeño orificio que es la sede de la densa oscuridad (ignorancia) llena de deseos. Todos los nervios psíquicos (nadis) dependen de él. Es la morada de las fuerzas vitales, de la mente y de la luz (de la conciencia). El significado de la palabra corazón (hrdayam) es el Sí mismo (atman). Este estado quiescente, en el que todos los pensamientos acaban, es llamado el estado del Sí mismo. Cuando se le reconoce tal como es, no hay margen para discusiones sobre su localización dentro o fuera del cuerpo.


Las ideas de muchos objetos en la mente se deben a las tendencias latentes (purva samskaras). Aparecen sólo a la consciencia individual (jiva) que ha olvidado su verdadera naturaleza y deviene externalizada. Debe hacerse la indagación: «¿Quién es el que las ve?»; entonces desaparecerán de inmediato.

Desde el Sí mismo surgen en sucesión:

Chidabhasa (consciencia reflejada) que es una suerte de luminosidad.

Jiva (la consciencia individual), o el veedor, o el primer concepto.

Fenómeno, que es el mundo.

Hay una conexión entre la fuente de los diversos nervios psíquicos y el Sí mismo. Ésta es el nudo del corazón, la conexión entre lo sensible y lo insensible existirá hasta que se la corte con la ayuda del verdadero conocimiento. La fuerza del Sí mismo viaja a través de los nervios psíquicos y, penetrando el cuerpo entero, imparte sensibilidad a los sentidos. Si se corta este nudo, el Sí mismo permanecerá como siempre es, sin atributo alguno.

LA SESIÓN DE CINE

1/ La lámpara en el interior (del aparato)

2/ La lente enfrente de la lámpara

3/ La película, que es una larga serie de (fotogramas separados)

4/ La lente, la luz que la atraviesa y la lámpara, que juntas forman la luz enfocada

5/ La luz que pasa a través de la lente y se proyecta en la pantalla

6/ Los diversos tipos de imágenes que aparecen en la luz de la pantalla

7/ El mecanismo que pone en marcha la película

EL SÍ MISMO

1/ El Sí mismo

2/ La mente pura (sáttvica) cerca del Sí mismo

3/ El flujo de tendencias latentes que consiste en pensamientos sutiles

4/ La mente, su iluminación y el Sí mismo, que juntos forman el veedor o el Jiva

5/ La luz del Sí mismo que emerge de la mente a través de los sentidos y se proyecta en el mundo

6/ Las diversas formas y nombres que aparecen como los objetos percibidos en la luz del mundo

7/ La ley divina que manifiesta las tendencias latentes de la mente


El mundo fenoménico seguirá apareciendo al individuo en los estados de vigilia y de sueño con sueños mientras haya impresiones latentes. La mente amplía las tendencias, semejantes a pequeños brotes, en pensamientos como grandes árboles y muestra en un segundo innumerables mundos. Sólo el Sí mismo resplandece, sin los factores triples, cuando los conceptos mentales que asumen la forma de tendencias están ausentes: en los estados de sueño profundo, de desvanecimiento y de samadhi. El Sí mismo ilumina al ego (chid abh asa), etc., mientras él mismo permanece inafectado.

Dhyana (meditación) es permanecer como el propio Sí mismo de uno sin apartarse de ninguna manera de la propia naturaleza verdadera de uno y sin sentir que uno está meditando.

Dhyana se obtiene a través de un esfuerzo mental deliberado; en samadhi, no existe ningún esfuerzo tal.

Es importante para el que está establecido en su Sí mismo (atma nishta), ver que no se aparta lo más mínimo de esta absorción.

Si los momentos que se pierden pensando en los objetos que no son el Sí mismo, se dedican a la indagación del Sí mismo, la autorrealización será obtenida en un plazo muy corto.

Hasta que la mente se establezca en sí misma, es esencial algún tipo de bhavana (contemplación, con profunda emoción y sentimiento religioso, de un dios o diosa personificada).

Sin pasar todo el tiempo practicando bhavanas como «Yo soy Shiva», o «Yo soy el Brahman», que se consideran nirgunopasana (contemplación del Brahman sin atributos), el método de la indagación en uno mismo debe ser practicado tan pronto como se obtiene la fuerza mental que es resultado de tal upasana (contemplación).

La excelencia en la práctica (sadhana) está en no dar cabida a ningún concepto mental (vritti).

Las reglas de conducta que debe seguir un aspirante espiritual (sadhaka) son moderación en el alimento, moderación en el sueño y moderación en el habla.

Debe uno practicar hasta que la mente obtenga sin esfuerzo su estado natural de liberación de los conceptos, hasta que ya no exista el sentido de «yo» y «mío».

Se llama «morar en soledad» al estado de ser libre de los conceptos mentales.

La sabiduría (viveka) está en permanecer libre del engaño después de realizar la verdad. Sólo hay miedo para el que ve la más mínima diferencia en el Brahman Supremo.

El prarabdha (el resultado de los propios actos en el pasado: karma) concierne sólo a la mente vuelta hacia fuera, no a la mente vuelta hacia adentro. El que busca su verdadero Sí mismo no tendrá miedo de ningún obstáculo.

El esfuerzo que se hace para deshacerse del apego al propio cuerpo se orienta en realidad a permanecer en el Sí mismo. Sólo la madurez del pensamiento y la indagación eliminan el apego al cuerpo, y no las estaciones de la vida (asramas). La disciplina del ascetismo (sanyasasrama) es el medio para llegar a desapasionarse, y el desapasionamiento (vairagya) es el medio para la indagación. Con el fin de fijar la mente en el Sí mismo, que es su verdadera naturaleza, es necesario separarla de la familia de las imaginaciones (sankalpas) y de las dudas (vikalpas), es decir, renunciar a la familia (samsara) mental. Éste es el verdadero ascetismo.

Como no hay ninguna regla según la cual la acción deba depender del sentimiento de ser el hacedor, es innecesario preguntarse si una acción tendrá lugar sin un hacedor o sin un acto de hacer.

Como las actividades del sabio existen sólo a los ojos de los demás, y no a los suyos propios, aunque pueda estar desempeñando tareas inmensas, él, en realidad, no hace nada. Sus actividades no se interponen en su camino de inacción y paz mental. Conoce la verdad de que todas las actividades tienen lugar en su mera presencia y él no hace nada.

Sólo es un sabio el que está libre de todas las tendencias latentes (vasanas).

Sólo se debe llamar brahmacharya a la indagación en la esencia de Brahman.

Quien ha llegado a la comprensión de su Sí mismo no distingue entre los diferentes órdenes de la vida. Ningún orden de la vida le ayuda ni le obstaculiza. No saca ningún beneficio observando las reglas. Ni tampoco pierde nada por no observarlas.

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